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PARTE II. CAPÍTULO 33
—Entonces —habló Santino, luego de que su esposa, hijo, nuera y nieto llegaran hasta la sala, en donde se encontraba él y en donde al fin pudo conocer a su nieto—, ¿cuándo se casarán?Marisa, que recién le había dado un trago a ese vaso de agua que le habían ofrecido y entregado, casi se ahogó luego de atragantarse con ese líquido, pero por culpa de semejante pregunta.» Me dijo Sabino que, por tus hormonas, no lo soportaste en todo el embarazo —declaró el mayor de los Méndez—, pero, si ahora pueden viajar en el mismo auto, eso significa que pueden volver a estar juntos, ¿no es así?—¿Estás bien, querida? —preguntó Teresa y Marisa asintió, a pesar de que le dolía el pecho, la nariz y no podía dejar de toser—. ¿Cómo se te ocurre preguntar semejante cosa, Santino? Te pedí que no la incomodaras, y casi la matas al provocar que se ahogue con un vaso de agua.—Me disculpo —dijo el hombre mayor para esa chica que tosía aun con los labios cerrados—, no era esa mi intensión, pero me mantengo
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PARTE II. CAPÍTULO 34
—¿Puedo pensarlo un poco? —preguntó Marisa, sintiendo una extraña sensación recorrerle del pecho a la espalda, y de regreso, como si rodeara esa parte de su cuerpo, pasando por sobre sus hombros.Sabino asintió, y decidió darle un tiempo a solas, aprovechando el tiempo para bajar a la cocina por un poco de agua tibia, pues casi era tiempo de que Saúl comiera y, para que no hubiera sospechas de todo lo turbio que ocultaban, habían decidido que el niño tomaría fórmula mientras alguien los viera,La excusa de Marisa sería que no soportó el dolor, y por eso decidió no amamantar; pero eso no sería algo que presumirían, sería solo para las personas insistentes en saber lo que no les incumbe, porque nadie debería sentirse en el derecho de exigir explicaciones de una vida que no es suya.Marisa, al sentirse sola en esa habitación, se dejó caer de lado en la cama, justo al lado de su bebé, y le comenzó a palmear con suavidad el estómago, mirando a la nada, en realidad.Todo en su vida estaba u
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PARTE II. CAPÍTULO 35
—Tal vez me case con Sabino —declaró Marisa y a Meredith se le fue la barbilla al piso, y sus ojos se abrieron tan grandes que la pediatra incluso resintió la apertura en las comisuras de estos.—¿De qué estás hablando? —preguntó la pediatra, tras sacudir la cabeza y obligarse a volver a respirar, porque la sorpresa le había dejado sin aire—. ¿Te pidió matrimonio?—Más bien, me ofreció matrimonio —declaró la mayor, que comía recargada a la barra de la cocina, esa donde estaba la estufa y la tarja, además de un espacio solo en donde estaba el microondas, la licuadora y la cafetera—. Su padre lo sacó a colación cuando nos conocimos, luego lo retomó Sabino en privado, y, pues, no sé, tal vez lo acepte.—¿Por qué? —preguntó Meredith, mirando con confusión a su hermana—. ¿Él te gusta?—Ay, no, Mer —respondió la mayor, encaminándose al lavabo para lavar el plato que acababa de desocupar—. Esto no es por atracción, amor o nada parecido; es solo que, Sabino y yo no nos llevamos mal, y ambos p
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PARTE II. CAPÍTULO 36
—¿Por qué no mejor mañana? —preguntó Santino, que mecía a Saúl de un lado a otro, sin poder apartar su mirada de él—. El viernes me desocuparé tarde, pero podríamos irnos el sábado temprano.Marisa, con el entrecejo fruncido, miró al padre de su hijo. Ella había pensado que era apropiado informarle si iba a salir de la ciudad, sobre todo teniendo en cuenta que se llevaría al niño con ella; sin embargo, en ningún momento pensó que él se sentiría invitado.La joven maestra aclaró la garganta y respiró profundo, pues, en realidad, no tenía idea de cómo decirle que él no estaba invitado a esa reunión en donde, el acto principal era, su padre regañándolas a ella y a Meredith.—Porque... pues, no sé... no pensé que querrías ir —declaró la joven, sintiéndose entre incómoda y avergonzada por responder de esa forma.Sabino miró a la madre de su hijo, con los ojos muy abiertos, pues, definitivamente, con todo lo educada que había sido con él y su familia, no se había esperado que le dijera indi
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PARTE II. CAPÍTULO 37
—¡¿Puedes dejar de hacer estupideces y de arrastrar a tu hermana contigo?! —preguntó a los gritos Manuel, el padre de tres mujeres profesionistas y, al parecer, todas igual de egoístas y de tontas.Pero, diferente a lo que podía parecer, Manuel Carson no estaba molesto, él estaba un poco desilusionado y muy preocupado de cómo se podrían poner las cosas en el futuro porque, aunque Meredith no paraba de decir que eso era lo mejor, lo cierto era que ella estaba renunciando a lo que no debería renunciar jamás.Meredith agachó la cabella y lloró un poco más porque, desde que comenzó a explicarle a su padre cómo es que ahora uno de sus hijos era de su hermana mayor, había comenzado a llorar.» ¿Tienes idea de todo lo que hice para convertirte en una mujer de bien a pesar de que tu madre no estaba con nosotros? —preguntó el hombre mayor y el cuerpo de la joven tembló con fuerza, condicionado por el llanto que sacudía con fuerza su corazón—. Dime, qué fue lo que hice mal, por favor Meredith,
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PARTE II. CAPÍTULO 38
Abrió los ojos temprano, como siempre, y sin esfuerzo, como cada día, entonces caminó hasta su cocina, se preparó un café y se sentó en el pórtico de su casa, viendo al jardín y cómo las personas comenzaban a iniciar sus días también, mucho rato después, cuando lo poco que quedaba de su café en su taza ya se había enfriado.Estaba sumergido en sus pensamientos, seguía sin procesar lo que había ocurrido, y no sabía qué debía decidir al respecto, por eso solo cerró los ojos por un momento hasta que escuchó ruidos dentro de su casa, entonces miró por la ventana y vio a Alejo en la cocina.Pero él no estaba solo, Meredith estaba con él y, desde afuera, sin que ellos supieran que estaba ahí, los vio actuar como una familia amorosa, que hacía cosas juntos y, a pesar de los enrojecidos ojos de su hija, y de su evidente agotamiento, seguro por llorar, sonrió tan pacíficamente cuando Alejo la abrazó, que casi pudo sentirse tranquilo por ella.Es decir, lo que Manuel más quería, porque para sus
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PARTE II. CAPÍTULO 39
—Sí, lo lamento, mamá, pero Meredith estaba mal, su papá le puso una santa regañada, que será mejor que no la regañes tú también, la pobre se durmió luego de mucho llorar —explicó Alejo, al teléfono con su madre.Ella también los estaba esperando el día jueves, para cenar juntos y que hablaran de todo lo que había pasado y que, en esa casa, habían sabido por Alejo.La historia que contó Alejo fue que él no había dicho nada del embarazo porque, en realidad, no sabían si el niño era suyo o no, pues habían hecho muchas estupideces en el periodo de tiempo en que Meredith se embarazó, y fue hasta que el niño nació que él les avisó de todo.Olga, madre de Alejo, se molestó un poco, porque conocía de toda la vida a esa chiquilla, con quien más de alguna vez imaginó a su hijo haciendo una familia, pero luego de ver lo indiferente e idiota que era su hijo, deseó con todo su corazón que Meredith se encontrara un buen hombre, que la amara y la pudiera hacer feliz; y con su hijo se rindió, él pod
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PARTE II. CAPÍTULO 40
—No entiendo por qué estás enojada —declaró Meredith, cruzando los brazos al frente, y volviendo a mirar a su madre, luego de que viera a su amado, que llevaba a su hijo en brazos, desaparecer en las escaleras.—¡Meredith, soy tu madre! —gritó Lorenza, furiosa por la actitud de su segunda hija, quien parecía completamente desinteresada en ella—. ¿A caso eso no me da derecho a saber lo que ocurre con ustedes?—¡No! —gritó Meredith, furiosa, asustando a todo el mundo, mucho más a su madre y a su pequeño sobrino, que comenzó a llorar a pesar de que estaba en la habitación contigua, donde Sabino escuchaba todo lo que ocurría, pues no se atrevía a salir del comedor, pues, para subir a la habitación, le tocaba pasar por la sala, donde todo ocurría.» No tienes ningún derecho —aseguró la médico—. Eres nuestra madre porque nos diste a luz, pero te faltó mucho para ganarte todos los derechos que puede tener una madre.Lorenza comenzó a llorar. Lo sabía bien, sabía bien que, al menos, esa joven
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PARTE II. CAPÍTULO 41
—¿No te estás enamorando? —preguntó Teresa, luego de ver a su hijo completamente nervioso por estar a punto de casarse.—¿Desde cuándo el nerviosismo en síntoma de enamoramiento? —preguntó Sabino, mirando a su madre como si la mujer hubiera perdido la cabeza.—Es el primer síntoma —declaró de manera burlona la mayor—, sin embargo, no digo que te estás enamorando porque te veo nervioso, es por cómo la vez, por cómo la tratas y por cómo hablas de ella.Sabino no dijo nada, lo cierto era que él también había pensado que algún sentimiento extraño estaba naciendo en su interior, y le asustaba mucho.Y es que, era imposible no asustarse cuando, él solo se había enamorado una vez, y no solo todo había salido mal, sino que no se sentía ni cercano a lo que de pronto sentía y pensaba cuando la madre de su hijo aparecía en su cabeza, o frente a él.Imaginarse haciendo una vida con Marisa Carson le llenaba de emoción, y era justo por eso que su boda, que estaba a punto de ser, le tenía tan nervio
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PARTE II. CAPÍTULO 42
Inhaló hondo, contuvo el aire por algunos segundos y luego lo sopló, imaginando que eso que le oprimía los hombros aflojaba su agarre, permitiéndole relajarse solo un poco, y ni siquiera así dejó de sentir que su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, garganta y cabeza; aunque eso sonara a una locura total, o a un infarto.Se miró al espejo de nuevo, y no supo si lo que su reflejo le provocaba era ganas de sonreír o de vomitar. Todo era confuso, todos los sentimientos y todas las emociones que estaba experimentado se contradecían con, por lo menos, una de las otras.Era extraño cómo se podía sentir emocionada y aterrada al mismo tiempo, además de que se sentía feliz y nostálgica; y, también, se sentía exageradamente bien y terriblemente mal al mismo tiempo.Marisa se había descompuesto. Sí, definitivamente era eso, no podía ser nada más, quizá por eso también tenía escalofríos mientras al mismo tiempo sudaba.—Tienes cara de querer salir huyendo —informó Meredith y Marisa la miró en
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