—No entiendo por qué estás enojada —declaró Meredith, cruzando los brazos al frente, y volviendo a mirar a su madre, luego de que viera a su amado, que llevaba a su hijo en brazos, desaparecer en las escaleras.—¡Meredith, soy tu madre! —gritó Lorenza, furiosa por la actitud de su segunda hija, quien parecía completamente desinteresada en ella—. ¿A caso eso no me da derecho a saber lo que ocurre con ustedes?—¡No! —gritó Meredith, furiosa, asustando a todo el mundo, mucho más a su madre y a su pequeño sobrino, que comenzó a llorar a pesar de que estaba en la habitación contigua, donde Sabino escuchaba todo lo que ocurría, pues no se atrevía a salir del comedor, pues, para subir a la habitación, le tocaba pasar por la sala, donde todo ocurría.» No tienes ningún derecho —aseguró la médico—. Eres nuestra madre porque nos diste a luz, pero te faltó mucho para ganarte todos los derechos que puede tener una madre.Lorenza comenzó a llorar. Lo sabía bien, sabía bien que, al menos, esa joven
—¿No te estás enamorando? —preguntó Teresa, luego de ver a su hijo completamente nervioso por estar a punto de casarse.—¿Desde cuándo el nerviosismo en síntoma de enamoramiento? —preguntó Sabino, mirando a su madre como si la mujer hubiera perdido la cabeza.—Es el primer síntoma —declaró de manera burlona la mayor—, sin embargo, no digo que te estás enamorando porque te veo nervioso, es por cómo la vez, por cómo la tratas y por cómo hablas de ella.Sabino no dijo nada, lo cierto era que él también había pensado que algún sentimiento extraño estaba naciendo en su interior, y le asustaba mucho.Y es que, era imposible no asustarse cuando, él solo se había enamorado una vez, y no solo todo había salido mal, sino que no se sentía ni cercano a lo que de pronto sentía y pensaba cuando la madre de su hijo aparecía en su cabeza, o frente a él.Imaginarse haciendo una vida con Marisa Carson le llenaba de emoción, y era justo por eso que su boda, que estaba a punto de ser, le tenía tan nervio
Inhaló hondo, contuvo el aire por algunos segundos y luego lo sopló, imaginando que eso que le oprimía los hombros aflojaba su agarre, permitiéndole relajarse solo un poco, y ni siquiera así dejó de sentir que su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, garganta y cabeza; aunque eso sonara a una locura total, o a un infarto.Se miró al espejo de nuevo, y no supo si lo que su reflejo le provocaba era ganas de sonreír o de vomitar. Todo era confuso, todos los sentimientos y todas las emociones que estaba experimentado se contradecían con, por lo menos, una de las otras.Era extraño cómo se podía sentir emocionada y aterrada al mismo tiempo, además de que se sentía feliz y nostálgica; y, también, se sentía exageradamente bien y terriblemente mal al mismo tiempo.Marisa se había descompuesto. Sí, definitivamente era eso, no podía ser nada más, quizá por eso también tenía escalofríos mientras al mismo tiempo sudaba.—Tienes cara de querer salir huyendo —informó Meredith y Marisa la miró en
Sabino ni siquiera podía creer lo que estaba viendo, y era aún más imposible de creer lo que pensaba y sentía porque, hasta antes de ese día, a pesar de que estaba consciente de lo bonita que era Marisa, todo el tiempo continuó pensando que Meredith era un poco más bella.Sin embargo, justo en ese momento, viendo a su futura esposa salir de esa limusina, estaba completamente convencido de que, en todo el mundo, no había nadie más hermosa que esa mujer que pronto sería su esposa; tan era así que su corazón comenzó a latir con tal fuerza que, de pronto, fue todo lo que pudo escuchar: latidos de su corazón.El cardiólogo logró llegar hasta el altar porque sus padres lo estaban dirigiendo, porque, si hubiera dejado que su instinto lo guiara, él habría tomado la dirección contraria hasta llegar a Marisa Carson, que no dejaba de sonreír hermosamente.Teresa, viendo a su hijo mirar con insistencia detrás de él, sonrió feliz, porque ahora estaba convencida de que esa boda sería el inicio de u
Marisa vio a su hijo dormido entre los brazos de su suegra y sintió que su corazón se hacía pequeñito. En la recepción de la boda habían pasado demasiadas cosas, y una de ellas los tenía a punto de subirse a un avión para viajar a su destino de luna de miel.Días atrás, Teresa le había comentado a Santino que su hijo y nuera no se irían de viaje de luna de miel, porque, según la castaña, no era algo esencial, y para ella era más importante estar junto a su bebé; pero, para Santino, el tiempo en pareja era tan esencial para la felicidad como el tiempo en familia y el tiempo a solo, así que les regaló ese viaje que los obligaría a subir a un avión esa misma noche.Marisa y Sabino se miraron con indecisión cuando recibieron sus tiquetes, porque, tras declarar que se gustaban, en ambos había nacido la necesidad de demostrar esos sentimientos y de intentar que se convirtieran en algo mucho mejor y más duradero que la simple atracción, y ese viaje podría ser una gran oportunidad.Sin embarg
Sintió algo suave presionarse contra la desnuda piel de su hombro, impulsándola a despertar, sin embargo, estaba tan cansada, que solo se dio la vuelta en la cama, alejándose del cuerpo del hombre que había dormido aferrado a su cuerpo la noche anterior luego de demostrarle cuanta pasión podía despertar en él.Sabino sonrió, él mismo se sentía agotado, pero no solo por haber amado a esa mujer gran parte de la madrugada, desde que llegaron a ese hotel donde pasarían algunos días, sino porque el viaje en avión había sido agotador, y porque ellos ya estaban cansados por todo lo que debieron pasar, tanto física como emocionalmente, el día anterior.Celebrar una boda no era cualquier cosa, era de verdad extenuante, pues no solo debían atender a todo lo que debía pasar, y a los invitados a su evento, sino que también ya llevaban a cuestas el cansancio acumulado de la planeación, eso aunado a los nervios que provocaba el cambio de vida al que se enfrentarían tras celebrarla.Sabino besó la c
Alejo vio al amor de su vida dejando su auto, ese que conducía su padre y en donde, además, viajaba su ya no tan pequeño bebé, como escoltando a su madre junto a su abuelo.Era el día de su boda, y él estaba ansioso por saberse unido a ella por mucho más que ese amor que se habían estado demostrando desde que se confesaron por primera vez que se amaban.Su amor había sido difícil, porque ninguno de los dos inició lo que iniciaron pensando en el amor, Meredith porque había jurado dejarlo de amar, y Alejo porque estaba seguro de que jamás se enamoraría; entonces, convencidos de que nada podía salir mal, hicieron idiotez tras estupidez tras tontería.Entonces, envueltos en arrepentimientos, terminaron completa y totalmente enamorados el uno del otro, y dejando su cerebro en la búsqueda de la mejor opción para ellos, la que menos les causara dolor.Pero, es imposible salir ileso cuando te equivocas tanto, y en su relación de tres todos sufrieron, y, por el bien de esos bebés, que los tres
—¿Decidiste una guardería? —preguntó Meredith, viendo al pequeño Axel subirse a esa resbaladilla por la parte de la resbaladilla, justamente.Los chicos estaban por cumplir tres años, y realmente era un tormento preocuparse por todo lo peligroso que parecían ser ellos mismos para ellos mismos. De alguna manera era como si estuvieran intentando lograr una misión suicida, y todos los adultos a su alrededor debían ser sus salvadores, y eso era, en serio, muy agotador, por eso Meredith se había rendido.—¿No lo vas a bajar de ahí? —preguntó Marisa, preocupada por su desastroso sobrino, el cual no disfrutaba mucho cuidar, porque era tres veces más inquieto que Saúl.Pero eso no era lo peor, lo peor no era el exceso de actividad infantil a la que Marisa no estaba acostumbrada, lo peor era que algo en Axel incentivaba la energía de Saúl, quien terminaba siendo el doble de inquieto de lo que era habitualmente, así que, era raro que el pequeño de ojos verdes no terminara con un rasguño, un mor