La furia de Karman no conocía límites. La impertinente mujer había rechazado públicamente lo que le correspondía por derecho. Era una situación sin presentes, era inaudito y era una ofensa que no podía quedar impune. Cinco de sus guardias la condujeron a su tienda y la encadenaron a su cama, durante todo el proceso, la fuera pateó, mordió y arañó como toda una condenada, sin embargo, ahora estaba encogida, abrazando sus rodillas con los brazos y mirándome con los ojos de oro cargados de odio. —Has vencido, forastera. Es tu derecho y tu privilegio complacerme por el transcurso del presente mes. —¡Antes prefiero estar muerta!-Bramó ella, mostrándome los dientes. —No lo dices en serio, y lo sabes. Tuviste la oportunidad de acabar con todo y rendirte ante Xenia pero no lo hiciste, triunfaste. Y eso, te convierte en mi hembra. Con cuidado y sigilo, Karman se acercó a ella, pero ella le escupió. Una risa siniestra salió del pecho del Voor. Llevaba demasiado tiempo deseando a aquella
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