15. Te quiero a ti, en mi cama, en mi mesa
No tenía intenciones de salir de aquella habitación nunca más, y lo decía en serio, nada haría que cruzara esa puerta, excepto el pequeño crujir que sacudió su estómago a esas horas de la noche.El hambre no esperaba, y ella, mejor que nadie, lo sabía.Bajo en puntilla las escaleras, trémula, en silencio, no esperaba — ni deseaba — tener que encontrarse con Emilio, al menos no por esa noche, ni la siguiente… ni la que vendría después.Se sentía avergonzada por su comportamiento… ¿cómo pudo haberse dejado arrastrar de ese modo por un sentimiento tan… tan…? Dios, ya ni siquiera sabía cómo describirlo, pero de algo si estaba segura, ese hombre la hacía evocar todas las emociones que pudiesen existir... ¡JUNTAS!Todo estaba en penumbras, excepto la cocina, así que supuso que alguien ya estaba allí y contempló en seguida la idea de regresarse, pues no quería compartir el mismo espacio con él, se negaba rotundamente.No tenía intenciones de salir de aquella habitación nunca más, ni aunque l
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