Corto y seco, el contacto del beso duro unos minutos, logrando que dejara de morderse el labio, a la vez en que parpadeo múltiple veces, desorientada y con dolor de cabeza. –¿Marquillo? –con un hilo de voz, el mayor sintió alivio, abrazándola de nuevo en un impulso de encontrar calma. –Señorita Mariana. Eso me asusto –coloco una distancia apropiada, respirando con tranquilidad. –¿Que fue…? –notando el ardor en el labio, miro la boca de Marco asustándose ante el carmín que había copiado–. Tu… tienes sangre –le tembló la voz. –Usted tiene más que yo. Deslizando el pulgar por los labios, observo con temor el resultado, balbuceando algunas palabras inatendibles, antes de mirarlo y echarse a correr en dirección al baño. Un clip de la puerta, comunico al mayor que el pánico había regresado, el encierro en el cuarto de baño lo alertaron nuevamente, imaginando que podía volver a entrar en shock. –¡Señorita Mariana! ¡Abra la puerta! –golpeo y llamo a través de la puerta hasta más no po
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