Ella negó con la cabeza, sabía lo que venía después, ejerció más presión en aquella tiesa vaina. Abel se removió, gruñó y su cimiente empezó a brotar, Malú se retiró, en sus labios había restos de aquella blanquecina sustancia, observó a su marido a los ojos, y saboreó su semilla. —Voy a enloquecer, si no me desatas —habló con voz ronca. Malú comprendió el mensaje, de nuevo estaba a horcajadas encima de él, le retiró las esposas, y en menos de un minuto su cuerpo estaba bajo el de Abel. —Ahora es mi turno, ya me llevaste al infierno, y yo te arrastraré conmigo —aseguró. Con los dientes le retiró el brasier, su boca embutió uno de sus firmes senos, lo lamió, chupó, mordisqueó, y sintió a su mujer vibrar bajo su piel, luego le brindó la misma atención a su otro seno. Gemidos llenos de placer salían de la boca de María Luisa, él descendió por su plano abdomen, de un tirón le retiró las bragas, miró su bien depilado sexo, se mojó los labios, y hundió su lengua entre sus delicados
Leer más