CAPÍTULO CINCUENTA Aiden corrió lo más rápido que sus piernas tonificadas le permitieron, para llegar al lado de su esposa, que estaba seguro que necesitaba su ayuda y su apoyo, ya que Emily mantenía la mirada perdida y llorosa en el césped verde. Sus manos empuñaban la tierra del suelo, que sus uñas se llenaron de suciedad, y su cuerpo tembló con notorios espasmos, que Aiden no sabía si era el frío, la pena o la ira que acumulaba a través de esa personalidad bondadosa y comprensiva, ya que le costaba descifrar las emociones que se reflejaban en el rostro apagado y sombrío de su esposa. Emily estaba en un bucle, en donde se cuestionaba, si realmente había tomado una buena decisión con respecto a su madre, pero a pesar de preguntárselo a sí misma, no encontraba aquella respuesta que la podía llenar de paz y tranquilidad. Se había acostumbrado que su alma constantemente llorara. —Em —dijo Aiden y la tomó de los hombros moviéndola con suavidad—. Em ¿estas bien? Emily no respondió, s
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