CAPÍTULO CUARENTA Y TRES —¡Joder! —exclamó Aiden dando vueltas por la sala. Tiraba de su cabello azabache despeinado con una de sus manos, mientras que con la otra mantenía el teléfono apretado, casi a reventar. Parecía un león acorralado, enjaulado, que en cualquier momento destrozaría a su víctima y también así mismo. Estaba cansado, frustrado y no tenía idea de cómo iba a confesarle la verdad a Emily. La vergüenza lo corroía como ácido en la piel y el remordimiento lo acribillaba, porque sabía que esto significaba más problemas. En tanto, Emily se estaba duchando para comenzar una nueva jornada laboral. Estaba nerviosa por los resultados de los exámenes, pero intentó no pensar en ello. Se lavó los dientes con pasta dental y se maquilló suave. Luego salió del baño y se sorprendió al no encontrar a Aiden en la cama durmiendo, ya que, por lo general, Emily siempre se iba primero a trabajar, en fin, pensó que quizás le estaba preparando el desayuno. Em amaba ese gran detalle que sie
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