CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y CUATROEmily presionó cada número que componía el teléfono de Aiden. Otro número que se sabía de memoria, ya que nunca lo pudo olvidar del todo. Ella se volvió a poner el teléfono en la oreja y esperó que su marido le contestara.Aiden había estacionado el vehículo a la orilla de la calle, en donde estaba la playa. Sin embargo, antes de bajar a la arena y el mar, había un mirador de piso de cemento en donde en el centro había una plaza con césped, arena, bancas de maderas y juegos de niños.Ada se estaba columpiando en esas sillas que tenían barandas por todos lados, ya que eran para niños más pequeños, y Elian estaba en el resbalin tobogán, también apto para su edad. Todo supervisado por el joven empresario, que se mantenía de pie al lado del columpio y el resbalin, vigilante de sus hijos y que no se separaba de ellos, pero su celular sonó. Lo saco de su pantalón trasero y contesto de inmediato cuando vio en la pantalla que se trataba de Emily.—¿Em? —Fue lo
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