CAPITULO XIVLA MUERTE VISTE DE NEGROBajo el arco de triunfo, que es la puerta de Brandenburgo, desfilaban ahora uniformados con el color de la oscura muerte que designaba a los elegidos, para llevar a cabo sus designios, con la ignominia marcando sus gorras con forma de tibias cruzadas bajo una calavera, a los que harían de sus semejantes víctimas del odio racial. Con orgullosos estandartes rojos, en cuyo centro se abría como ventana a otro mundo solo imaginado por ellos, un campo blanco, ocupado por una esvástica negra, que revelaba sus intenciones. Miles de estandartes en manos férreas, que desgranaban un futuro quimérico, que ahorraría muerte y sangre a quien de él renegara, y tambores de guerra que expulsaban al aire sus obscenos golpes, como preludio de algo que la historia no conoció, arma de desolación, que barrería de la faz del orbe, todo aquello que sirviera como acicate para la libertad. El duro taconeo de las botas militares sobre los adoquines, marcaban el ritmo frenét
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