A la mañana siguiente, ambos muchachos estaban abrazados y con sus piernas entrelazadas, cada uno, según ellos, era a su hijo a quien estaban abrazando. La chica, al sentir el rostro del otro tan cerca, le dio un beso de buenos días, como solía dárselo a sus dos hijos cuando los tres dormían en la misma cama desde su nacimiento. — Mmm, así si es rico que lo despierten a uno, con deliciosos besos matutinos. — ¿Qué haces aquí todavía y… y dónde está mi hijo? — Pues no lo sé, yo hasta que la princesa le dio el beso al príncipe durmiente fue que me desperté. — No te creo nada de lo que dices, seguramente tú lo mandaste para su habitación para quedarte conmigo a solas. — Ya te dije que no es así. —¿Sabes? Me encanta, verte enojada, mi bella pelirroja. —Te ves tan hermosa, así despeinada, que hasta dan ganas de follarte hasta el cansancio mientras te tomo de los cabellos rojizos. — ¡Fuera de mi vista, pervertido! —No sé en qué momento de mi adolescencia me fijé en ti. —Maldigo el día q
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