Cindy y Miguel Ángel pasaron toda la noche frente a la chimenea, abrazados, acariciándose, haciendo el amor. En contraste con su naturaleza rebelde y exigente, era muy amable y tierno. A pesar de toda la pasión, él tuvo cuidado de no herirla innecesariamente y ella disfrutó de tenerlo tan cerca y de sentirlo. Tras una breve ducha, la otra mañana fueron a desayunar y enseguida desaparecieron en su bungalow. Como antes, se acurrucaron frente a la chimenea, vieron algunas de las películas de pago que se ofrecían, durmieron e hicieron el amor entre medias. Algo había cambiado. Aunque apenas se hablaban, sino que se dedicaban a sus juegos amorosos, estaban más unidos que nunca. Era casi como si sus cuerpos hablaran un lenguaje mucho más intenso y claro que las palabras. En los brazos de Miguel Ángel, Cindy se olvidó de todo. Se olvidaron Grace, Lindsay, Richi, Ernesto y todo lo que tenía que ver con ellos. Se olvidaron Alison McGill y William y su misión. No pensó, no dudó, no pregun
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