New York - Usa. Noemí abrió sus ojos y suspiró profundo, deslizó su mano por el rostro de Rubén. Él se removió y parpadeó. —¿Qué hora es? —indagó asustado. —Van a ser las diez —comentó ella—, tranquilo, ya me encargué de que atiendas tus casos en la tarde, así podemos aprovechar la mañana. —Se mojó los labios, y se retiró la sábana. Rubén volvió a mirarla con el mismo fuego de la noche anterior, su respiración se agitó. De nuevo la tomó en sus brazos, la besó, la acarició, y se fundió en ella. —Te amo —confesó Noemí al instante que llegó al éxtasis. Él se quedó en silencio. Ella sonrió, y le acarició el rostro. —No pasa nada, ya llegará el momento en el que lo sientas —susurró y pegó su cabeza en el pecho de él. —No deseo lastimarte, eres muy especial. —No lo haces, soy consciente de mis actos, tranquilo —dijo ella, de repente el móvil de Noemí interrumpió la charla, la chica estiró su mano a la mesa de noche, arrugó el ceño al ver que era de un número desconocido, en
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