Entonces, me doy cuenta de que llorar no vale la pena y, peor aún, alguien puede notarlo, sobre todo, porque mi flamante esposo se encuentra en otra terraza, besándose con su amante. Además, no es que él sea mi esposo de verdad, porque ha contratado mis servicios y yo tengo que cumplir, después de todo, ya me ha pagado por adelantado. Así que me voy de inmediato a mi habitación, la cual se encuentra vacía, así que supongo que el beso de Dylan con la piruja esa debe haber resultado en algo más, después de todo, ellos sí que son amantes, no como él y yo, que solo estamos fingiendo. Y es cuando aprovecho para darme un baño y colocarme la piyama, ya que mañana es el último día de toda esta charada y ya me podré regresar a mi casa, a ver cómo se encuentra Eliana, quien tenía fiebre hace poco, además de contarle la verdad a Maggie, ya que habré dejado mi historia con el señor Pemberton atrás. ―Te busqué en el salón y no te encontré―dice Dylan, cuando salgo de la ducha―me contaron que est
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