Ladeo el rostro para observar a Collin, que me ofrece una sonrisa irreverente, con su cuerpo inclinado sobre mí. Ni siquiera finjo estar sorprendida, a pesar de mis mejillas encendidas debido al bochorno. —¿Cómo estás, ángel? — murmura. El caradura de mi marido, se yergue y en un movimiento fluido y rápido, se deja caer a mi lado, en el pequeño espacio que queda. Reposa sus bastones en el lateral de la mesada y yo me hago aún lado para que su gran cuerpo no este rozándome. Él, de todas formas se desliza más cerca. —¿Qué haces? — cuestiono. —Hablo con mi mujer — responde tan chulo. Entorno los ojos y miro hacia atrás, a la mesa donde antes estaba. Espero ver a la mujer esperando, pero no hay nadie. Aunque eso no me quita nada de peso. —¿Y quién era tu amiga? — pregunto sin resistir. Lo observo, toda seriedad. Él apoya el codo sobre la mesa y sostiene un lado de su cabeza en su puño. No pierde detalle de mi rostro, sé que le gusta mirarme. Lo que me pone más nerviosa, incluso s
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