—Lo siento, pero no quiero... volver allí —murmuré con lágrimas en los ojos—. Deseo ver a mi hermana, pero no creo estar lista para verla bajo una lápida. Y menos... creo estar preparada para encontrarme en esa vida de nuevo. Demián vino hacia mí y me abrazo. —Livy, por favor —suplicó besándome en la coronilla—. Ven a casa conmigo. Ese es tu lugar, conmigo, no con él. ¿De verdad era así? Demián y yo estábamos listos para formar una vida antes que Sebastián apareciera; pero también, todo en nuestra relación estaba mal: él era autoritario y explosivo, no me veía como una compañera o pareja, sino como una propiedad de su exclusivo uso. Y yo ya estaba harta de ser usada, de ser un objeto de placer y venganza. —Lo siento, Demián, pero no puedo —respondí y zafándome delicadamente de sus brazos, retrocedí un paso. Lo miré con autentico dolor. —Creo que, si volviera contigo, nada sería lo mismo. Yo ya he estado con otro hombre, y no creo que puedas vivir con ello... —Lizbeth, n
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