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CAPÍTULO 61
—No puedo creer que todos los reinos hayan invertido en el tranvía —expresó el emperador Corono tras recibir la solicitud del último reino en Cenzalino sin tranvía, con una petición para participar del proyecto—. ¿Qué eres? —Soy la emperatriz destinada a ser la mejor emperatriz que ha visto Cenzalino en toda su historia —respondió orgullosamente Mía y rio ante la mirada de disgusto que había puesto su esposo—. Por eso Leone II estaba tan obsesionado conmigo, y por eso mi cuidador en Atrumb se convirtió en emperador cuando me conoció, porque, si no era en Cenzalino, iba a ser donde sea. Tú lo dijiste: era mi destino. —Mmmm —hizo Corono con mala cara y su esposa le regaló un puchero fingido y luego lo abrazó con fuerza y lo besó, aprovechando que se encontraban solos—... aunque es cierto que eres la mejor emperatriz de todas. No recuerdo a nadie que haya hecho tanto como tú en tan poco tiempo. » La zona industrial levantó la economía en tan poco tiempo que apenas me lo creo —declaró C
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CAPÍTULO 62
Como Mía lo esperaba ya, el viaje fue una total tortura; aunque no fue tanto por el movimiento del barco, que definitivamente sí se sentía horrible para su estómago y ella; pero lo que más le molestaba a esa mujer, de cabello oscuro y ojos claros, era, sin duda alguna, tener que enfrentarse a su mayor pecado.El recibimiento que les dieron al pisar el puerto de Atrumb fue tremendo. Y es que no era para menos cuando en ese imperio estaban recibiendo a la emperatriz de Cenzalino, un imperio hermano con quien tenían tan buenos negocios que parecía que seguirían creciendo sin parar, por eso la gente de Atrumb le dio la bienvenida a esa mujer con mucha calidez.De camino del puerto al palacio, Mía deseó haber implementado el tranvía en Atrumb al tiempo que lo hizo en Cenzalino, de esa manera solo tendría que viajar dos horas muy cómoda en lugar de la semana y media que le tomaría ir en ese carruaje en completa y total incomodidad.Pero de pronto, a pesar del dolor de estómago que tenía que
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CAPÍTULO 63
—Lamento todas las molestias —dijo Mía cuando el emperador se despedía de ella para dejarla descansar—, y de todo corazón agradezco tu hospitalidad, excelencia.—Es un placer tenerte aquí, majestad —aseguró Cale Solero, sonriendo amablemente—. Descansa un poco, enviaré a alguien muy discreto para que te ayude a deshinchar tus ojos, porque así no te ves nada bonita, y seguro los años te han sentado bien. Lo quiero ver.Mía suspiró sonriendo solo un poco, y tras suspirar por enésima vez, tal vez, arrastró los pies hasta esa cama donde se tiró a descansar un poco, porque llorar ya no podía.Rato después, los golpes en su puerta precedieron a una azabache de ojos grises que entró a la habitación de invitados, con una tinaja de hiervas medicinales frías y algunas toallas limpias, para ayudar a la joven que le abrió la puerta a refrescarse un poco.—El emperador me pidió que te ayudara un poco —declaró Messina y Mía le sonrió agradecida—. Esperaba alegrarme por verte, pero, en realidad, est
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CAPÍTULO 64
El regreso a Cenzalino fue por demás tranquilo, Mía había dejado todo su doloroso pasado atrás, al fin; porque ahora que había visto con sus propios ojos que no había nada de lo que debiera preocuparse, al respecto de ese niño, que seguro sería feliz para siempre con su amada familia, nada le hacía peso en el alma. Saulo Dunant, por su parte, seguía en conflicto consigo mismo y con esa azabache, que parecía estar en serio en paz con esa decisión que, según las costumbres del hombre, era una mala decisión; aunque sus ojos hubieran atestiguado que no había nada de malo en una mujer en paz y un niño feliz. El conde Dunant lo pensó mucho, demasiado, y comenzó a creer que de verdad no valía la pena remover el doloroso pasado cuando el presente estaba bien, y menos cuando el futuro pintaba para algo mucho mejor; y aun así no sabía bien qué hacer con sus sentimientos, por eso le pidió tiempo a Mía para poderse tranquilizar antes de tomar una decisión final. —Solo necesito asimilarlo —decla
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