Aquel fin de semana en la playa había sido todo lo que se esperaba. Finalmente, Regina se había entregado a él, y poco a poco el aroma de su sangre lobuna se comenzaba a liberar. No la había marcado, hacerlo cuando aun estaba sellada en ese frágil cuerpo humano, podría haberla matado. Tambien, aun cuando Regina había comenzado a tomar anticonceptivos, sabia que la semilla de un lobo no sería exterminada por métodos anticonceptivos humanos. Comenzaba a perder la paciencia, cada vez, las cosas en la manada se ponían mas tensas. Sin embargo, poco había para hacer al respecto, mientras la sangre de Regina no despertara completamente, nada más podría hacer el.—Esto es serio, sinceramente, creí que el apareamiento cambiaría las cosas, pero no ha sido de esa manera, ¿Ya lo hablaste con los ancianos? — cuestionaba Benedicto con seriedad.—No lo he hecho, se que dirán que la dejé de lado y me aparee con otra hembra para engendrar un heredero, pero es el aroma de Regina el que me vuelve loco,
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