—Es cierto— volvió a hablar, pero esta vez lo afirmó; la vio levantarse y girarse, ella le sostuvo la mirada y luego de un par de segundos, desvió la misma —¡Ah!¡Maldita sea, Regina! — alzó la voz sin controlarse y golpeó una silla cercana a él, y que, al chocar contra la mesa, hizo temblar y caer un elegante florero sobre la misma.Regina cerró los ojos y su cuerpo tembló ante el estallido de furia… se molestó.—¿Por qué? ¿Por qué demonios, Regina? — volvió a reprochar el joven.Ya se había hecho a la idea, pero no creyó que teniéndola de frente y ver su figura frágil, y ante sus ojos, tierna, la viese como la persona que nunca creyó que fuese, no era más su Regina angelical y pura… ella se había entregado tantas veces a otro cuerpo, uno que no la merecía en lo absoluto y que seguro sólo jugó con ella.Regina ladeó el rostro, y sus labios y manos empuñadas, temblaron de enojo.—Quieres… quieres irte, Giancarlo — invitó con voz sombría y molesta.—¿Qué? — preguntó molesto…, Regina no
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