Escucho una voz lejana y amortiguada, mientras intento abrir los ojos. Siento la cabeza hecha un bombo y el cuerpo rígido y frío, coloco todo mi esfuerzo en moverme y quitar la incomodidad gélida que siento de pies a cabeza. Lucho por abrir lo ojos, pero está siendo imposible. Los siento pesados, al igual que el cuerpo. Gimo, en protesta, desde el fondo de mi garganta y entonces siento unas manos contra mi rostro. Tocando mis hombros, mi cuello, mi torso y nuevamente mi cara. Una voz emergente me llama. —¿Mi niña? ¿Puedes oírme? ¿Estás bien? Cariño, necesito que despiertes…Su voz angustiosa y desesperada remueve algo escondido y rasga, a medida que sus palabras se escuchan más y más claras. Me llama. Implora. Él está suplicando porque reaccione y lo intento, cada parte de mí lo intenta, mientras el peso del mundo se vuelca sobre mí y cada imagen que he visto se entremezcla otra vez en mi mente. Algo hace eco, rasga, sube, y hace que un desolador sollozo escape de mis labios cuando
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