Me ves ligera, pero te será más que difícil levantarme.—Ana, Ana— alguien susurra mi nombre pero soy incapaz de moverme, hay un miedo enorme que se extiende por todos mis huesos. Me hago bolita con mi propio cuerpo y sé de ante mano que el material debajo de mi es pasto, puedo sentirlo, puedo olerlo. No reconozco la voz que me llama y tampoco es como si quiera ponerle atención.—Ana, capullo— vuelvo a oírla y está vez mi corazón late más deprisa, la voz, su voz, los recuerdos se abren paso en mi mente, forma en la que me llamaba siempre Capullo.Abro mis ojos, el lugar esta iluminado pero no parece ser el sol lo que me ciega. Me acostumbro al ambiente, mi respiración es tosca, el olor que llevan mis fosas nasales no es más que frescura, hierva y tierra mojada, como si estuviese en un campo al aire libre donde la humedad se filtra con el viento.Me inclino hacía adelante, mis ojos se cristalizan y una enorme sonrisa aparece en mi rostro.—Madre— pronuncio entrecortadamente, está aquí,
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