Decir que las coincidencias de la vida no existen, quizá es una idea equivocada, Loren nunca se imaginó volver a cruzar caminos con el sujeto el cual evitó que se estrellara en el piso. Cuándo Santiago Ackler compartió miradas con la castaña, sintió de nuevo esa corriente eléctrica recorrer su cuerpo, sabía que era ella, pues jamás olvidaría esos ojos color miel he inocente mirada, su rostro carecía de mucho maquillaje y también de imperfecciones, era natural y hermoso sin necesidad de usar capas y capas de cosméticos, esa despistada niña—porque así es como él la miraba—resaltaba de todas las demás, su sencillez y naturalidad captó de inmediato su atención, no fue hasta que vio como tomaba fotografías de todo el evento, con esa pequeña y barata cámara, que incluso le pareció ridícula, que sonrió, lo hizo porque ante los verdaderos fotógrafos y la prensa, ella parecía una pequeña hormiga, de hecho, descaradamente se atrevió ha acercarse, en ocasiones mientras duraba el discurso el cuál
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