Eran las ocho de la mañana cuando pude cerrar nuevamente los ojos. Pero las pesadillas estaban intactas en mi cabeza, torturándome de una forma horrible. Mi peor enemigo, era mi subconsciente. Aunque costara asimilarlo, yo lo había visto y escuchado. Soñé con sus ojos sin vida que no parpadeaban, soñé con sus lágrimas que pueden serpenteando por sus mejillas, soñé con su cabello cobrizo despeinado, soñé con su diminuta camisa blanca, soñé con sus manos y pies pequeños. Simplemente soñé con algo que no tenía explicación alguna, y que buscaba con desesperación a su madre. Jamás, en mis diecisiete años, había presenciado algo similar, algo que estremecía con tan solo pensarlo. Nunca creí que esto me sucedería a mí. ¿Por qué solo yo podría verlo? No era alguien que presenciaba a los muertos, no era alguien que tenía demonios o algo parecidos a estos, ¿pero por qué ahora? Estaba aterrada, y más si mis padres no me creían. Olivia se revolvió en la cama y abrió con pereza los ojos, t
Leer más