Nohemi abrió los ojos muy despacio, su cuerpo se sentía pesado y parecía que su cerebro estaba entumecido. Debajo de ella sintió la roca dura y tibia, a medida que sus ojos se iban acostumbrando a la tenue luz que la rodeaba. No sabía dónde estaba, tenía sed, hambre, los oídos le zumbaban y deseaba llorar. ―¿Dónde estoy? ―preguntó en voz baja, el sonido rebotó en la roca, el eco reverberó de una forma tenebrosa. Arriba de ella había un techo alto de roca, movió la cabeza a la derecha y luego a la izquierda, todo a su alrededor estaba hecho de roca sólida. El espacio era amplio, el tono ocre de las paredes daba una sensación antigua, incluso el aire le daba una sensación seca y caliente, como si estuviese en medio del desierto. Con mucho esfuerzo se puso en pie, sus piernas se tambalearon y luego cedieron al peso, el dolor agudo en sus rodillas consiguió que soltara un quejido lastimoso. Desde esa posición y a pesar del mareo y la confusión, pudo apreciar mejor el lugar, no había
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