GeorgeEstocolmo, SueciaCuando dije esas palabras en voz alta, me sentí tan seguro como hace mucho tiempo no me sentía, y a la vez tan emocionado de poder ser sincero conmigo mismo y con ella, de aceptar que merecemos ser felices por el tiempo que Dios nos conceda.—Oh, George, yo también te amo, nunca lo he dejado de hacer, a pesar de todo, de los secretos, la distancia, el silencio y los años…siempre te he amado. —su voz se quebró al decir estas últimas palabras, se llevó las dos manos a su rostro para cubrirse y que no la viera llorar, me levanté, rodeé la mesa para quedar su lado, me senté sobre mis talones y cuando lo hice, ella retiró sus manos y me miró con ojos llorosos.—Lo que menos quería era hacerte llorar, se supone que debes de estar sonriendo y más si es…—metí mi mano en el abrigo, tomé la caja y la abrí. —…nuestro momento. —ella jadeó al ver la sortija de compromiso en el centro, —Yo mismo lo diseñé, tiene un diamante en el centro, y entrelazados, tres de cada lado, l
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