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Todos los capítulos de ¿Príncipe o Rana?: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Capítulo veinte
Curso de Jardinería Dante Presté total atención a las palabras de Antonella, contaba con un día para aprender todo sobre jardinería, todo lo que a Antonella le había llevado una vida, yo solamente contaba con veinticuatro horas. Un curso de jardinería intenso, había dicho ella. —Lo primero que tienes que saber, Dante, es: ¿Qué es la jardinería? La jardinería no es otra cosa que el arte y técnica de cuidar y cultivar los jardines. —explicó mientras intentaba tomar nota. Sí, intenté tomar nota, porque no sabía exactamente qué letras unir para formar una palabra. Imaginé que era otra secuela más del accidente. Aparté la hoja y presté atención. No podía ser tan difícil, ¿verdad? ¿No podía ser tan difícil? Esa pregunta parecía burlarse de mí veinticuatro horas después… Habíamos llegado hace cuatro horas a la Villa Rufolo, debo admitir que Antonella tenía labia, había convencido al personal de ser exactamente lo que estaban buscando y que no iban a arrepentirse de su elección. Yo lo
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Capítulo veintiuno
¡Voy a matarla!AntonellaLuego de nuestro incidente con la señorita prepotente dejamos Villa Rufolo con las manos vacías. Esa condenada mujer había conseguido que nos echaran a la calle sin paga alguna.Estaba furiosa, tan furiosa que únicamente deseaba volver a encontrarla y destruirla por completo. ¿Cómo la gente podía ser tan cruel? Dante había chocado con ella de manera accidental, jamás lo había hecho con ninguna mala intención como ella hizo creer al encargado de la villa.Era una mujer mezquina, frívola. Un ser humano realmente despreciable.—No te enojes, Antonella —la voz de Dante me hizo girar en su dirección, estaba enojada con él y no por las razones que él pensaba. No podía culparlo por chocar con la bruja rubia, pero sí por no permitir que la buscara y le diera su merecido.—No me hables —dije arrugando la nariz y haciendo un puchero con los labios.—Lo siento, no fue mi intención arruinarlo —dijo estacionando a un lado de la carretera.—No estoy enojada contigo por eso
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Capítulo veintidós
¡En llamas!AntonellaLa mujer apartó las gafas de sol de su rostro, fijó su mirada verde esmeralda sobre mí; había tanto desprecio en esos ojos. Ella me miraba como si fuera cualquier cosa, menos un ser humano.—¿Antonella?Mi abuelo se acercó, colocó su mano sobre mi brazo, como si adivinara mis intenciones de lanzarme a la yugular de la rubia.—¿Es su empleada? —preguntó con prepotencia la mujer, supongo que esperaba hacer que me corrieran también de este lugar, pero se llevaría una sorpresa. El puesto era nuestro, aquí sus ínfulas y su dinero no servirían de nada.—Es mi nieta —respondió el abuelo con calma.—Una lástima —susurró entre dientes, deslizando su mirada por el pequeño local.—¿Le podemos ayudar en algo, señorita? —preguntó con amabilidad. Para el abuelo ella era un cliente potencial y él no sabía nada de lo ocurrido en Ravello.—Quiero todas las flores que tengan —dijo pasando de mí, pero algo me decía que esto era demasiado bueno para ser cierto.—¿Todo? —preguntó el
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Capítulo veintitrés
¡Fue una venganza! Antonella Mi corazón latía desbocado mientras corríamos a la floristería. Lágrimas ya corrían por mis mejillas mientras rogaba al cielo que Carina estuviera equivocada y no se tratara del puesto de flores. Era el trabajo de toda una vida, mi abuelo se había dedicado en cuerpo y alma a levantar su negocio, aunque humilde podía llamarlo propio. Fue con ese trabajo humilde que me crío y me alimentó. Lo vi llorar en muchas ocasiones en completo silencio para que no lo escuchara, sin embargo, era imposible no hacerlo cuando vivíamos en una sola habitación. —¡No! ¡Nooo! —El grito desgarrador que salió de los labios de mi abuelo rasgó mi corazón, rompiéndolo en miles de pedazos, tal como mi abuelo se sentía. Él calló de rodillas mientras la gente corría con baldes de agua para controlar el incendio que había arrasado con todo en su interior. —¡No! ¡Nooo! —sollozó de nuevo, no podía contenerme y rompí en llanto. Ver a mi abuelo destrozado no era algo fácil de soportar
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Capítulo veinticuatro
No quiero perderloDante.Dejé que la lluvia artificial cayera sobre mi cuerpo, estaba terriblemente cansado y dolido, pero tenía más dolido el corazón.Ver y escuchar a Carlo llorar como si fuese un niño me rompió por completo mientras algo se removía en mi interior. Algo que no sabría explicar con palabras.Mientras Antonella limpiaba las heridas de mis manos, un destello del pasado llegó a mi cabeza; estoy completamente seguro que está relacionado con mi pasado.Un hombre llorando frente a dos féretros, flores y mucha gente alrededor. Sin embargo, no importaba el esfuerzo que hiciera para intentar recordar, la puerta estaba completamente cerrada, no hay manera que logre abrirla y conocer lo que ahí se esconde.Luego de varios minutos, me reúno con Antonella, minutos atrás le había pedido dormir conmigo, en realidad no quería estar solo, no en ese momento.—Antonella —susurré para llamar su atención, ella estaba sumergida en sus propios pensamientos, como si estuviese en un trance.
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Capítulo veinticinco
Es solo una leyendaAntonellaNunca en la vida las horas fueron tan largas para mí, nunca siquiera pude imaginarme vivir un momento tan aterrador como este. Parecía que la desgracia se había cernido sobre nosotros con saña.No obstante, sabía que la culpable de todo no era otra que Marena, ese era su nombre, con todo esto no había podido recordarlo, pero el hombre que trató de hacerla entrar en razón la había llamado “Marena”, ella era la culpable de todo lo que sucedía. Era la culpable de que mi abuelo estuviese luchando por su vida en ese momento.Sentía rabia, impotencia y un miedo voraz que me consumía el alma.—Antonella.Levanté la mirada para encontrarme con Carina.—¿Cómo te enteraste? —pregunté casi de inmediato.—Fui como todas las mañanas a tu casa, la puerta estaba abierta y me imaginé lo peor, unos pescadores estaban cerca, dijeron que te vieron salir con prisa de casa y pues… me imaginé que se trataba de tu abuelo.—No sabemos nada de él —dije.Carina se sentó al lado co
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Capítulo veintiséis
Sin esperanzaLorenzo Aceptar a Marena en el viaje a Amalfi fue el primer error que cometí, el siguiente fue permitir que Federico accediera a su petición de comprar flores en memoria de Dante. ¿Cómo tenía ella la seguridad de que mi nieto estaba muerto? ¿Cómo podía decir que estaba enamorada de él y perder la esperanza de encontrarlo con vida?Todo se me escapó de las manos, viajar a Amalfi con bajo perfil se fue a la mierda en el momento que Marena decidió hacer un escándalo en la Villa Rufolo por unas manchas en su blusa.La jodida prenda no era tan importante ni valía la discreción con la que esperaba investigar si mi nieto había sido visto o no en el pueblo.Habíamos recorrido la costa Amalfitana. Sin embargo, las brigadas, los hombres del pueblo que colaboraron activamente en la búsqueda, Federico y yo regresamos con las manos vacías. No había rastros de Dante.¿Debía entonces dejar de buscarlo? ¿Aceptar que se había marchado como su padre y su abuelo? Hacer la pregunta era muy
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Capítulo veintisiete
FuneralLorenzo «Dante está muerto»«Dante está muerto»«Está muerto»«Está muerto» …Aquellas malditas palabras se repetían como un mantra en mi cabeza, mientras mi corazón se negaba a aceptarlas como verdaderas.Dante no podía estar muerto, él no podía haberse marchado así de mi vida, sin un adiós, sin un volveremos a vernos.—¡Nooo! —el grito que salió de mi garganta fue todo menos humano.Me negaba rotundamente a aceptar aquella mentira, eso era… Todo era una maldita mentira, todo tenía que ser una mentira…—Lo siento mucho, abuelo, hicimos todo para buscarlo, no perdimos nunca la esperanza de encontrarlo con vida, pero todo nuestro esfuerzo fue en vano. No logramos encontrarlo a tiempo —expresó.Realmente no escuché el resto de sus palabras.Mi mente fue golpeada con el recuerdo de la muerte de mi hijo y de mi esposa. Las imágenes de aquel terrible accidente me dejaron sin aire. No quería pensar en lo que mi nieto había sufrido, ni cuánto tiempo duró su agonía.Mi familia estaba
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Capítulo veintiocho.
Las lágrimas de HérculesAntonella.Cuatro días… Habían pasado exactamente cuatro días desde el día que Dante desapareció de la sala del hospital sin despedirse, sin un pronto volveré.Cuatro días de angustia por saber de él…—Lo lamento, no debí hablar sobre la leyenda de la isla con Dante, nunca imaginé que él saldría corriendo a la Bahía de Ieranto.Miré a Carina con cierto enojo, quizá no toda la culpa era suya, sino también de Dante por creer que esas perlas existían. ¡Era imposible!—Solamente era una leyenda, Carina, un cuento de niños…—Un cuento en el que tú creías, Antonella.Levanté la mirada una vez más y con un triste suspiro respondí:—No existen los cuentos de hadas, lo aprendí de la manera más dolorosa. En cuestión de semanas dejé de creer en todos los cuentos que el abuelo se esmeró en contar. Él creó un mundo demasiado perfecto para mí, todo lejos de la realidad —acepté.—Antonella…—El abuelo ha sufrido un paro cardíaco, su vida ya no será lo mismo de ahora en adela
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Capítulo veintinueve.
Empezar de nuevoDanteHabían pasado cuatro días desde la última vez que vi a Antonella en la sala del hospital, debía reconocer que fue un acto impulsivo de mi parte. Solamente lo supe mientras me dirigía a la Bahía de Ieranto.Fue en ese momento que pensé que jamás volvería a verla, sin embargo, logré regresar con vida del lugar.Antonella jamás debía saber lo que ahí pasó, mucho menos debía saber que conseguir aquellas perlas casi me cuestan la vida, la vida que les había costado a muchos marineros que intentaron hacerse con ellas.Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante el recuerdo de muchos huesos humanos en la cueva, otros cuerpos que parecían ser mucho más recientes en el sitio. Pues, aún podía verse algunas prendas.No sé cómo sobreviví en esa cueva, no sé si las dos perlas en mis manos sean las lágrimas de Hércules, las perlas de la leyenda.No tengo idea de si valen lo que dicen que valen, pero es la oportunidad que necesitamos para empezar de nuevo luego de tantas tragedias.
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