Para Eva, lo más triste no sería haberse desmayado y caído en el cuarto donde encerraban a su esposo, quedando expuesta y debilitada. Lo que más le afecto, fue que cuando abrió los ojos, tratando de recuperarse, Seth y Felipe la llevaban a su cuarto.—¿Qué paso…? —preguntó ella, mirando a Maya, que estaba a su lado en su habitación. Respiró con detenimiento, aclarando su vista, el desmayo había sido instantáneo y no se recuperaba del todo.—Te has caído, como un desmayo… Felipe ha avisado a Seth. —contestó la chica, que seguía en su duelo interno, pero se encontraba preocupada por Eva.—No entiendo. ¿No escapó? —Eva se desconcertó, había creído que el gallina de su esposo aprovecharía esa oportunidad para mandarse a mudar de inmediato.—No. No huyó, sino que ayudó a traerte y asistirte. —Maya contestó con algo de pena, sabía que era un asunto delicado.—Ese desgraciado… —maldijo ella, con una impotencia en el alma que la agotaba. Lo odiaba, su forma de manipular a la gente era brillan
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