Marina trago grueso mirando fijamente a su amiga, lo que decía Dinora era verdad, pero no podía perder la esperanza de que él volviera. Dinora siguió persuadiendo a su amiga. “Además debes procurar ahora a David, ahora que sabes que es autista debes llevarlo a sus citas y buscar una escuela especial para él”. Marina giro para ver a su hijo, como siempre él estaba en silencio, de vez en cuando él la miraba de una forma indescriptible, sus ojos transmitían tanto, pero su rostro no cambiaba era muy frío y seco, tenía ya casi un año y él no hablaba, solo se escuchaba de vez en cuando decir -ma-, pero era todo, cuando le dieron el diagnóstico ella ya tenía sospechar de su condición, había trabajado con niños autistas mucho tiempo, solo necesitaba que el doctor lo afirmara y le diera los papeles necesarios para empezar terapias de habla. Marina suspiró. “Está bien, ayúdame a mudarme”. Ella creía que un cambio de ambiente sería bueno para David, era un lugar más apartado de la ciudad cerc
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