LARS El dolor siempre debe acompañarnos y hacernos ver que cada cambio es sufrible. Cambiar duele, creer duele, amar duele, asimilar los hechos duele e incluso olvidar duele, pero no hay dolor más poderoso que tirar la toalla ante el mismo dolor del que estábamos hablando. —Cada día peso más, en serio, papá— oí a Martina hablando con su padre que estaba de visitas. Se quedará hasta que su hija de a luz a mi segundo hijo. Con una sonrisa entré hasta donde estaban y pasé mi mano por su abdomen y ella se sobresaltó, ya que no me oyó llegar. —Ya te queda poco, amor. Su padre sonrió por la complicidad de nuestras palabras y después solté un beso rápido sobre sus labios. —Papi— Leo llega hasta mí corriendo y lo alzo en voladas. Sonríe a carcajadas, ya que le encantaba que diera vueltas con él en el aire. —Oye, mi amor. Nuestros invitados estarán al caer, ¿no? —Supongo que habrán aterrizado. Mario me llamó antes de abordar su jet. —Vale, solo que quiero tenerlo todo listo para cuando
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