XXXVII. Y no puedo evitar, sentirme ser domado por ti
— Es enserio Emma, tan fácil me vas a creer — repliqué indignado tras no ver algún acto de rebeldía de su parte — dime, donde está la chica peleonera y que hace valer siempre por sobre todo su entereza, porque ahora mismo créeme que no la veo. — Ella no siempre se hace ver como en esta ocasión, cuando eso ocurre me muestro yo, lo que verdaderamente soy, una triste y desdichada persona la cual no sabe ni siquiera a dónde la conduce la vida, no tengo planes y nada que seguir, no tengo rumbo, así que tienes razón todo en mi carece de sentido — indicó Emma perdida, envuelta en sus pensamientos — Ahora bien, Dominieck te lo pido con el corazón en las manos y con completa sinceridad, te puedes marchar, quiero estar sola un tiempo. Algo sin dudas no iba nada bien, Emma estaba irreconocible y podía notar como la tristeza se hacía paso entre su rostro buscando como escapar a través de sus ojos, pero ella las reprimía junto toda emoción y yo entendía que antes de hacerle un bien simpleme
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