—¿Eres real? —susurró, junto a su oído sin soltarla del abrazo—, creo que las famosas arepas de Karla me drogaron y me hacen ver visiones.La risa de Aledis resonó junto a su rostro, y se apartó de ella lo justo para poder admirarla.—Dime que mi hombretón deportista, y el chico sano no se metió a la mala vida. Por cierto, ¿quién es Karla? —La pelirroja lo miraba con una ceja alzada y curiosidad en el rostro.—Eso ahora no importa. —Como si fuese una muñeca la levantó del suelo en un abrazo, y la arrastró al interior de la casa—. ¿Cuándo llegaste?, ¿cómo estás?, ¿ya te desengañaste de mi Bestia?La última pregunta la dijo en claro tono burlón, pero deseaba que así fuera y se sentía mal por albergar malos pensamientos de su amigo.—Cris…—Dime, preciosa. —Besó la punta de su nariz como ya era costumbre entre ellos.—Si me dejaras en el suelo y pudiera acomodarme, puede que nos fuera más fácil ponernos al día, ¿no crees? —Asintió como si fuese un robot, pero no la soltó—. Además, dime q
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