Se suponía que nadie, más que el guardia, debería pasear por los pasillos del Libery Hall a las siete de la mañana de un domingo invernal. Pero las suposiciones no son más que pensamientos irracionales frente a los hechos. Aquel que los descubrió profundamente dormidos en el sofá de la sala de espera de la oficina de Rossie, los miró fijamente durante un buen rato, antes de sacar su teléfono celular, silenciarlo, y tomar las suficientes fotos en los suficientes ángulos como para comprometer a la no-pareja por lo que quedaba de la producción de la serie. Luego, con el mismo sigilo con el que se aproximó hacia ellos, y luego de haber cumplido con un objetivo diferente al que había convocado su visita a la oficina de Rossie, se retiró despacio, y bajó por las escaleras sin hacer ruido, como correspondía a las acciones que, en un momento más, tenía pensado hacer. Rossie fue la primera en despertar. La sala de espera tenía, no una ventana, pero sí un tragaluz, lo
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