Jared Cavalier condujo a Rossana Regiés, en sus brazos, hasta la puerta de su suite. Las circunstancias eran tan similares como hace años; lo que variaba era el hotel, la ciudad, la edad de ambos y su disposición al placer. –Bájame, por favor, ¿quieres, Jared? –dijo Rossie, visiblemente abochornada. Su ex amante no la había tocado en tanto tiempo. Su vínculo estaba roto, y ella lo sabía. Jared la acercó hasta la cama y la depositó con suavidad a un costado, de manera que Rossie quedó sentada confortablemente en la king size de aquella suite que, a pesar de las diferencias decorativas, le resultaba extrañamente familiar. Sin pensarlo siquiera, el Goodboy se percató de que Rossie se veía adolorida. Se colocó de rodillas y, una a una, deslizó su mano de nieve por la pantorrilla de Ro, para bajar el cierre corredizo de sus botas de cuerina. En un acto reflejo, a Rossie se le humedeció la entrepierna, en el momento exacto en que esta acción se llevaba a cabo. Ya con los pies descalzad
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