Aquella mañana en la que ambos discutieron sobre La Chica del Tren, Jared Cavalier quiso aprovechar la coyuntura para acoger a Rossie, de nuevo, entre sus brazos. Y también para asegurarla de su lado de la cancha, por decirlo de algún modo, en algún sentido medianamente metafórico. Abrazados como estaban, con la espalda de Jared pegada a la pared a un costado de la puerta, al Goodboy no se le ocurrió otra cosa que acariciar con sus dos manos el rostro adelgazado de Rossie, mientras ella se lo permitía todo, sin objeciones. –Pequeña –le dijo, sin dejar de examinar su frente y su nariz, que a ojos de él le parecían, todavía, cercanas a la perfección–, si tan solo tuviera otra oportunidad… Lo que no sabía el Goodboy era que, en lo que respecta a Rossie, jamás le habrían faltado los chances de volverla a amar… de nuevo. Aunque Rossie no estuviera, todavía, muy consciente de ello. Y apretujó a Rossie, que miraba nerviosa a todos
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