Para ocultar la profunda impresión que le causó escuchar las cuatro palabras mágicas (pero no en un sentido amable) denominadas La-Chica-del-Tren, Jared Cavalier hizo un puchero de extrañamiento. Se veía adorable, o eso fue lo que pensó Ro cuando lo vio. Pero aquello no hizo que dejara de exasperarle su falta de sorpresa.
–¡La Chica del Tren, Jared! –se alteró Rossana–, ¿qué?, ¿ya no te acuerdas de ella?
Jared rememoró que, cuando Adalyn lo ponía a prueba para ver si recordaba los cumpleaños de sus hijos, su aniversario, o para cerciorase de si notaba algún imperceptible cambio de look en su ahora futura exesposa, solía alterarse tal y como Rossie lo hacía en ese momento.
Y no le gustó para nada atestiguar aquella similitud. Pero, no obstante, se hacía imprescindible disimular.
–Me pillaste, pequeña –dijo él, mientras fingía que se daba por vencido–. No tengo idea de a quién te refieres.
Rossana casi saltó del asient
De haber sabido que aquel chico en el metro llegaría a convertirse en El Emperador, habría pensado dos veces antes de desairarlo. Bueno, no se trató de un desaire, en el estricto sentido del término. Es solo que parecía un tipo normal. Tú sabes, hay tanto para escoger en New York, que realmente una belleza como la suya, tan poco trabajada por entonces, no me llamaba, en absoluto, la atención. Debí saberlo, pero no tenía ni idea del destino que le deparaba al chico anónimo del metro. Y aquí, en confianza, debo decir que sus dientes torcidos no le ayudaban en nada. Ah, y además, tan solo se trataba de un chico. Ahora tengo tres hijos sin padre y me gano la vida como dependiente de una cadena de tiendas departamentales. La vida no es tan dura como parecería a primera vista, pero pudo haber sido mucho mejor gracias a él. No me quejo, pero a veces pienso mucho en eso, en especial durante mis noches de insomnio. Me pregunto ¿qué hubiera sido de mí si
La madrugada del 8 de noviembre, Rossana Regiés culminó el borrador del capítulo 1 de la primera temporada de The Boyz in the Band: La serie (título temporal). Unas horas después, se lo entregó impreso a Jared, en la cafetería del Park South, mientras desayunaban, antes de dirigirse juntos al Libery Hall. –No debería decirlo, pero, creo que That Girl on the Train no quedó nada mal, después de todo. ¿No crees? –Rossana miraba a Jared con expectación, mientras él examinaba con sus lentes de Armani el manuscrito impreso en tipografía Courier New, lo que hacía ver que el guion se trataba de algo serio, algo real. Algo que, en efecto, estaba pasando en ese mismo momento. –No, no deberías decirlo –dijo Jared, levantando la mirada por encima de sus anteojos, mientras sonreía–. De todas maneras, no sé nada de guiones. Así que le pides opinión a la persona equivocada. –Me importa un comino tu opinión sobre la forma en la que está escrito, porque es ir
A Rossie le sorprendió sobremanera la llamada de Phillis Weathers aquella mañana del 10 de noviembre. –No te he dicho toda la verdad, Rossana –oyó al otro lado del teléfono con esa voz artificialmente agravada por décadas de abuso de tabaco–. Pero, ya que Jared me hizo un desaire al no presentarse a nuestra entrevista, me armo de valentía para contarte. A Rossie le dio escalofríos tan solo de pensar en la supuesta verdad que La Chica del Tren le revelaría en tan solo unos minutos. –¿Por qué no lo hiciste cuando tuvimos la entrevista? –le preguntó. –Tuve miedo –respondió la voz–, y, al mismo tiempo, pensé que no me creerías. –Tengo un tiempo disponible ahora mismo –Rossana no estaba dispuesta a esperar un momento y un lugar para verse, necesitaba saberlo de inmediato–. ¿Quieres comenzar? –Seguro –fue lo que recibió Rossie por toda respuesta de Phillis. Ro se acomodó en su silla ergonómica frente al minúsculo escritorio
–Hablaste con ella, ¿verdad? –la pregunta que formuló Jared Cavalier a Rossana Regiés, al día siguiente de la improvisada entrevista de ella con Phillis Cerna, no pasó desapercibida para el Goodboy. –Sep –dijo Ro, con algo de ironía, mientras tomaba su chocolate matutino, salido de la maquinita expendedora junto a su oficina. –Goddammit, Rossie! –se quejó Jared, sentado como estaba, en el puesto de visitante, del otro lado del escritorio de Rossie–. Lo sabía, ¿qué diablos te dijo? –¿Cómo supiste que Phillis me llamó, para empezar? –Era obvio, considerando el hecho de que no me hiciste ningún reclamo luego de la primera entrevista –a Jared se le comenzó a antojar un café que nunca llegó a tomar aquella mañana. –Porque lo que hiciste con ella no es asunto mío –contestó Ro, aunque ni ella misma se lo creía–. Lo que no ocurrió en mi guardia, no me concierne. Jared supo inmediatamente a qué se refería Rossie con ello.
Aquella mañana en la que ambos discutieron sobre La Chica del Tren, Jared Cavalier quiso aprovechar la coyuntura para acoger a Rossie, de nuevo, entre sus brazos. Y también para asegurarla de su lado de la cancha, por decirlo de algún modo, en algún sentido medianamente metafórico. Abrazados como estaban, con la espalda de Jared pegada a la pared a un costado de la puerta, al Goodboy no se le ocurrió otra cosa que acariciar con sus dos manos el rostro adelgazado de Rossie, mientras ella se lo permitía todo, sin objeciones. –Pequeña –le dijo, sin dejar de examinar su frente y su nariz, que a ojos de él le parecían, todavía, cercanas a la perfección–, si tan solo tuviera otra oportunidad… Lo que no sabía el Goodboy era que, en lo que respecta a Rossie, jamás le habrían faltado los chances de volverla a amar… de nuevo. Aunque Rossie no estuviera, todavía, muy consciente de ello. Y apretujó a Rossie, que miraba nerviosa a todos
Ser la guionista en jefe de la serie biográfica de The Boyz in the Band presentaba, también, sus serias desventajas. Además de tolerar los chismes de Jimmy de Jail, periodista de farándula de Pop-e-tears, en las que se insinuaba que era la tercera en discordia entre el matrimonio malogrado Cavalier-Fernández, las responsabilidades de una showrunner de su talla incluían, también, hacer entrevistas incómodas a personajes incómodos. «Oscar Moon», repitió Rossie, en su mente, al bajarse del Uber frente a aquella enormísima casa en la playa. Tan solo de recordar su nombre, a Rossie se le venían a la cabeza memorias que hubiese preferido olvidar. Sentimientos no tan encontrados –como de rencor e ira–, se habían convertido en moneda corriente para Ro, cada que alguien hacía mención a su nombre. Y aquella mañana del 12 de noviembre, parada frente a la puerta de la mansión del former producer de The Boyz in the Band en los Ham
Rossie escuchaba a Oscar Moon como anonadada. Su timbre de voz, agravado por los años, no había perdido tono ni tesitura. Al contrario, retumbaba todavía más fuerte que como lo recordaba. Con su testimonio, alcanzaría para, al menos, un par de capítulos más de la serie; eso sí, se haría necesario contrastar con los testimonios de Toby, por lo menos. Para Rossie, sin embargo, resultó un privilegio que Oscar le contase, con lujo de detalles, lo que, en el mundo del espectáculo, se conoce como El Descubrimiento. Veamos, entonces, de qué se trata, de la boca de su inventor: Mr. Moon. PARTE 2 Extracto de la primera entrevista realizada a Oscar Moon, exproductor de The Boyz in the Band (1984-1993) Fecha de la entrevista: 12 de noviembre Como le decía, anduve semanas por las calles de Brooklyn con mi Nik
Escribir un guion para una serie de televisión que aspire a los Emmy’s no se trata de una empresa tan sencilla como parece, a primera vista. En realidad, a ninguna vista. Y Rossana Regiés lo sabía. Durante los días que siguieron al interrumpido primer encuentro sexual con Jared Cavalier en los últimos diecinueve años, Rossie se dedicó a esquivar la presencia del susodicho, avergonzada como estaba de semejante salida de tono. Era una mujer de edad provecta y no se podía permitir semejantes exabruptos. Eso era lo que ella se decía, para autoconvencerse del total despropósito que restablecer su relación con Jared Cavalier debería parecer ante sus ojos. Aunque, por supuesto, su cuerpo y sus ganas reclamaban otra cosa. Superada la prueba de haber entrevistado al todopoderoso exproductor de The Boyz in the Band, y de haber salido airosa, en principio, Rossie Regiés recuperó su confianza a medias, de cara a enfrentar los retos que se le venían encim