“Pasajeros con destino a Londres, por favor abordar por la puerta número siete, repito, deben abordar por la puerta siete.” La misma frase se ha repetido unas cincos veces por los altavoces del aeropuerto mientras las pantallas con los itinerarios de vuelo siguen cambiando con mucha rapidez; aquí los horarios son exactos, no se admiten retrasos. Veo la hora una vez más en la pantalla de mi celular, son casi las diez de la mañana y Mike aun no aparece; y ya no creo que lo haga. Quedamos de vernos aquí a las ocho para no tener retrasos con el checkin, pero él nunca llego y por más que marco a su teléfono la llamada se va directo a buzón. Maldición. Cuando recibí la invitación para ser parte del jurado en una competición de la academia de patinaje donde trabaje en Londres, me sentí tan emocionada porque al fin me tomaban en cuenta no por mi belleza o por mi dinero, sino por mis aptitudes, por mi capacidad. Fue muy poco el tiempo que estuve con ellos, pero me esforcé en dar lo mejor de
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