—En tal caso —comentó Sofía con energía—, llegaremos tarde. ¿Te importaría seguir conduciendo? —Alzó las manos para intentar quitarse el collar—. Y, de verdad, no puedo aceptar un regalo tan caro. —¡Cielos! Si creías que pensaba obtener tu cuerpo a cambio, te equivocas —asentó mientras ponía en marcha el motor furioso—. ¡Así que, te lo ruego, conserva el collar! ¡De lo contrario, lo tiraré a una alcantarilla! ¡O Vende esas malditas perlas si he ofendido tus principios! Como Sofía descubrió que no podía abrir el broche, guardó silencio, no tenía ganas de engancharse en una discusión, porque aún se sentía afectada por el beso. Se sintió muy deprimida. ¡Qué manera de empezar la noche! Y lo que era peor, para llevar a cabo sus planes. Sofía suspiró de alivio cuando llegaron a la finca. Había un enorme portón de hierro forjado con letras semicirculares que decía “La Finca Hermosa Elba.” Sin duda en honor a su dueña. Elba y Ernesto aparecieron en la puerta, vestidos con colores idénticos
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