—Sí, señor. Ajá. Comprendo, señor. Sí, de acuerdo. Tenga una feliz tarde. Cuelgo con un resoplido, satisfecha por haber terminado la conversación con unos de los gerentes de la cadena. Luego de enviarle el reporte con los aspectos que debe mejorar en su gestión administrativa, ha decidido llamar confirmar todo lo que ya le había puesto en el email. Es un caballero muy amigable, pero demasiado parlanchín. Sin embargo, ni siquiera eso es capaz de molestarme. Estoy extremadamente feliz. Hoy es viernes, es el fin de mi primera semana en mi nuevo puesto y estoy desbordante de alegría. Todo ha sido tan intenso, tan rápido, tan envolvente, que no me di cuenta de que el fin de semana llegó y con ello, el pendiente que tenemos Andrés y yo. Debo admitir que a diferencia de lo que yo creía, él se ha comportado igual que respetuoso que su padre, e incluso un poco más, me atrevería a decir, porque el señor Felipe siempre estaba haciendo chistes o tratando de alivianar el trabajo,
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