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Todos los capítulos de Ilícito : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo treinta. Te equivocaste
Sebastián permaneció un largo tiempo sentado dentro de su auto en el estacionamiento del edificio. Quizá con la esperanza estúpida de que Oliver corriera detrás de él; pero el chico ya había tomado una decisión y aunque a él le costara aceptarlo debía hacerlo.Eso no quería decir que estuviera de acuerdo, pero se había prometido respetar la decisión que Oliver tomara con respecto a su relación.Lo que le dolía en el alma, era saber lo poco que significaba su amor para el muchacho. Pensó que quizá era el karma, porque jamás en su puta vida se había enamorado.Jamás había involucrado su corazón con nadie y ahora no solo se había enamorado, sino también lo había hecho de un hombre. ¡Un hombre! el solo pensamiento debía disgustarlo, pero él no era un hombre que se arrepintiera de sus elecciones.Oliver había robado su corazón, el muy cretino se le había metido por los ojos, lo había seducido. Lo había besado, le había hecho sentir el puto amo del mundo y ahora lo enviaba al infierno sin n
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Capítulo treinta y uno. ¡Espera, Oliver!
Oliver miró al hombre y de repente tuvo la sensación de estar frente al antiguo Sebastián. Su mirada era fría y su pose rígida. No quedaba nada del hombre que lo había visto con cariño.—No iré —murmuró Oliver—. ¡No iré! —gritó ante la pasividad mostrada por Sebastián.—No tienes permiso de faltar, si lo haces lo tomaré como abandono de trabajo y tendré que demandarte para dejar un claro mensaje al resto de los empleados —soltó Sebastián—. Y tú, Maya. Espera la visita de mi abogado y será mejor que no le pongas trabas o te pongas melodramática porque hay muchos argumentos para conseguir el divorcio por las buenas o por las malas. Que tengan un buen día —añadió antes de salir de la habitación sin dedicarle una sola mirada más a Maya.Maya miró con un profundo rencor a Oliver y solo cambió su mirada cuando este se giró para verla, su farsa debía seguir.—¡Me dejará! ¡Sebastián va a dejarme, Oliver! —sollozó con fingido dramatismo—. ¡Estoy lisiada y ustedes son los culpables y aun así él
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Capítulo treinta y dos. ¡Me has mentido!
Celos, esa era la palabra perfecta para describir los instintos asesinos que nacieron en el corazón de Oliver. Ese chico era con quien seguramente Sebastián había dormido la noche anterior.—¿Se puede saber lo que sucede aquí? —preguntó.Sebastián elevó una ceja, pero su rostro no dejó de ser frío en ningún momento.—¿Nadie te enseñó a tocar la puerta? —cuestionó Sebastián haciendo que Oliver se sonrojara, pues el chico había dejado escapar una risita.—No has respondido mi pregunta —dijo con indignación.—Por si no te has dado cuenta, Oliver. Estoy ocupado, Lucero debió decírtelo para evitar este incómodo momento —dijo casi con calma.—Necesito hablar contigo —rebatió Oliver sin apartar la mirada del muchacho.—Si es algo relacionado al trabajo, por favor espera a que termine con Nick. Si es algo personal no tenemos nada de qué hablar.—Pero, Sebastián.—Cierra la puerta cuando salgas, Oliver, y busca el informe de los balances de hace uno y dos años, necesito revisarlo por la tarde
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Capítulo treinta y tres. Soy un idiota
Maya lo miró pensando en las mentiras que podía decirle a Oliver para hacer creíble su historia, pero no podía pensar en nada, menos con su padre presente.—¿Por qué? —preguntó Oliver.El muchacho miró a su padre y luego a su hermana, no sabía de quién esperar una respuesta, él mismo no sabía a quién de los dos se la había hecho. Si a su padre por el pasado, o a su hermana por el presente.Maya miró a su padre antes de hablar:—¿Por qué? —Maya repitió la pregunta de Oliver. Le dedicó una furiosa mirada antes de responder—: ¿Qué esperabas que hiciera? —preguntó caminando hacia Oliver—. ¿Qué me sentara y me cruzara de brazos para ver cómo te revolcabas con mi marido? No me hagas reír, no iba a permitir jamás bajo ninguna circunstancia que fueras feliz con él. Sebastián ni siquiera me miró una sola vez como mujer, mientras que a ti te llevó a la cama.Oliver dio un paso atrás sintiendo aquellas palabras como golpes directos a su estómago. —¿Lo sabías? —preguntó con el corazón latiendo f
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Capítulo treinta y cuatro. ¿Sales con él?
«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¿No se ven divinos?»«¡Mierda! ¡Por supuesto que no se miraban bien juntos! ¡Jamás se verían bien juntos!», pensó Oliver, mientras le dedicaba una mirada dura a Lucero.—¿Qué pasa? ¿Qué dije? —preguntó la muchacha al ver la cara descompuesta del hombre.—Pues olvidas que Sebastián es el esposo de mi hermana —soltó y jamás aquellas palabras le dejaron un sabor amargo como en ese momento.—Bueno, tendrás que perdonarme. Pero tu hermana jamás le sido fiel, ¿no lo sabes?Oliver cerró los ojos con frustración. Al parecer era el único idiota que no se había dado cuenta de la verdad. Se dejó envolver siempre por las cosas que su hermana y madre decían que nunca se atrevió a dudar de ellas, porque pensó que… «Que les importabas»—Iré a contabilidad —dijo Oliver para alejarse de Lucero y el lugar que había sido su puesto de trabajo durante aquellos seis meses. ¡Seis meses! El tiempo había pasado volando y él ni siquiera se había dado cuenta. Lo que
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Capítulo treinta y cinco. Un sueño húmedo
Oliver esperó un par de minutos, en realidad no podía decir si fueron pocos o muchos. Salió del cuarto de baño y caminó hacia la puerta para poner el seguro.Volvió sobre sus pasos y miró a Sebastián dormido en el incómodo sillón. El muchacho lo miró por un largo tiempo antes de arrodillarse para verlo más de cerca.Sebastián tenía ojeras y solo ahora podía ser capaz de verlo, había estado tan concentrado en querer hablar con él, y luego en su discusión que no había reparado en lo pálido de su rostro. Pero eso no era en realidad lo más importante ahora. ¡Sebastián no se había ido con Nick! Ni siquiera se habían despedido de beso y nada de esas cosas que hacían los amantes.Oliver sonrió sin poder evitarlo y antes de que pudiera detenerse, sus dedos recorrían el rostro de Sebastián.El muchacho deslizó sus dedos con ternura sobre aquellas duras facciones, mientras lágrimas brotaban de sus ojos. Oliver no podía negar que le había hecho daño y que la manera de Sebastián de tratarlo era j
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Capítulo treinta y seis. Una segunda oportunidad
Oliver entró al piso de Sebastián, se sentía terriblemente cansado y deliciosamente dolorido. El problema era que tenía que trabajar y solo le quedaban alrededor de tres a cuatro horas para volver a la oficina…—¿Se puede saber dónde estabas? —Oliver pegó un brinco al escuchar la voz de Victoria en medio de la oscuridad.—¡Maldita sea, Tory! ¿Quieres matarme? —preguntó. Oliver encendió la luz para ver a su amiga sentada en el sillón de la sala.—Estaba preocupada —alegó Victoria.—Se nota, ¿Caleb está aquí? —preguntó Oliver caminando hasta ella.—Se ha marchado desde hace mucho tiempo, pero no es eso lo importante. ¿Dónde estabas? —insistió.—En la oficina.—¿A esta hora? —Victoria achicó los ojos y lo miró con suspicacia.—Sí, no voy a mentirte, Victoria, estuve en la oficina de Sebastián. Quería hablar con él sobre su relación con Nick y sobre nosotros —dijo.—¿Hablaste con él? —preguntó la muchacha acomodándose mejor en el sillón.—Llegó tarde y se quedó dormido —explicó Oliver, qu
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Capítulo treinta y siete. Promesas
Oliver sonrió ante las palabras de Sebastián y no pudo más que sentirse mucho más enamorado y arrepentido por su proceder.Ese mismo día Oliver volvió a ocupar su puesto como asistente de Sebastián y volvió a perderse en la oficina unas cuantas veces al día.—¿Qué fue lo que pasó aquí? —preguntó Lucero frunciendo el ceño.—¿Qué pasó, de qué? —Oliver prestó atención a su compañera.—Nick fue trasladado a contabilidad y tú estás de regreso con nosotros. ¿El jefe y él ya no son nada?Oliver se puso de pie lentamente y sin apartar la mirada de Lucero dijo:—Nunca fueron nada. De hecho, ya él contrató el servicio de un experto en informática para bajar esas falsas noticias de la red y también llamó a su abogado para interponer una demanda por calumnia.—Entonces, ¿no eran nada? —volvió a preguntar y su rostro era un poema de decepción.—Nada —respondió Oliver.—¡No puede ser! —dijo con frustración—. Aunque te confieso que me gustas mucho más para nuestro jefe —soltó Lucero.—¿Qué?—Eres ap
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Capítulo treinta y ocho. Sutil seducción
Sebastián se quedó con esa sensación extraña en el cuerpo, pero se olvidó de todo al entrar a su piso y ver a Oliver sentado en la sala.—Hola —dijo.Oliver se levantó y caminó hacia él con una sonrisa pícara en los labios.—Te extrañé, no pienso quedarme otro fin de semana sin ti —respondió Oliver antes de besar los labios de Sebastián con pasión.Aquella noche visitaron El Inframundo y se divirtieron, se olvidaron del mundo y se dedicaron únicamente a ellos.A esa noche le siguieron muchas en las que Caleb y Victoria también dejaban en claro lo serio que era su relación.Oliver se sentía feliz luego de tres meses, no sabía nada de su madre y hermana, y de cierta manera agradecía ese silencio, por supuesto el muchacho no podía imaginarse lo que se cocinaba detrás de aquel silencio sepulcral.♥—♥—♥♥—♥—♥—Tenemos que hablar.El abogado elevó la mirada para encontrarse con un rostro bastante conocido para él; se puso de pie y miró a la mujer con indiferencia y frialdad.—No tenemos nada
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Capítulo treinta y nueve. ¿Quieres casarte conmigo?
«No»«No estoy lista para esto»Caleb miró a Victoria y supo que su negativa no tenía nada que ver con él.Quizá el tiempo que llevaban juntos no podía calificarse como suficiente para llegar a conocerla. Sin embargo, Caleb podía asegurar que la conocía muy bien y no hablaba de su cuerpo, sino de lo que encerraba su mirada.Victoria era una mujer directa y expresaba lo que sentía como lo sentía. Pero su negativa de ese momento no estaba impulsada por nada de eso.En su mirada podía leer el miedo y sabía que tampoco él era la causa. Por lo que se puso de pie lentamente, mientras Sebastián y Oliver permanecían callados.—Victoria…—Lo siento, Caleb —pronunció antes de abandonar la terraza.Caleb la vio caminar a paso lento hacia el pequeño jardín del restaurante.—Hablaré con ella —se ofreció Oliver luego de unos minutos.—No, no es necesario, Oliver. Lo haré yo, —dijo antes de salir detrás de Victoria.Caleb no era estúpido y tampoco podía decir que no tenía experiencia en leer a la ge
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