Capítulo treinta y dos. ¡Me has mentido!
Celos, esa era la palabra perfecta para describir los instintos asesinos que nacieron en el corazón de Oliver. Ese chico era con quien seguramente Sebastián había dormido la noche anterior.—¿Se puede saber lo que sucede aquí? —preguntó.Sebastián elevó una ceja, pero su rostro no dejó de ser frío en ningún momento.—¿Nadie te enseñó a tocar la puerta? —cuestionó Sebastián haciendo que Oliver se sonrojara, pues el chico había dejado escapar una risita.—No has respondido mi pregunta —dijo con indignación.—Por si no te has dado cuenta, Oliver. Estoy ocupado, Lucero debió decírtelo para evitar este incómodo momento —dijo casi con calma.—Necesito hablar contigo —rebatió Oliver sin apartar la mirada del muchacho.—Si es algo relacionado al trabajo, por favor espera a que termine con Nick. Si es algo personal no tenemos nada de qué hablar.—Pero, Sebastián.—Cierra la puerta cuando salgas, Oliver, y busca el informe de los balances de hace uno y dos años, necesito revisarlo por la tarde
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