Aunque no creo que sea el responsable de lo que pasó con Regi, claramente es un… aprovechado, un… pervertido, grosero, «¡Vamos! Piensa en algo más ofensivo y díselo en su cara para después volver a golpearlo» dice esa vocecilla dentro de mi cabeza. —¿Ahora lo entiendes? No eres capaz de traicionar a tu esposo. —De nuevo adopta esa postura relajada en el asiento. Me toma por sorpresa y su comentario me hace pensar que tal vez todo fue –si no una broma– una forma de darme una lección o moraleja. —Tienes ante ti a un hombre guapo, agradable y sexy que te ha ofrecido pasar la noche en su cama… Me sorprende su modestia, tuerzo los ojos y desvío mi rostro. ¡Qué arrogante! —…¿Cuál fue tu respuesta? Golpearlo, no hay más, de eso se trata, aceptas o no aceptas, punto. Tu amas a tu esposo, por eso no aceptaste, porque no hay nada que yo te pueda ofrecer que no obtengas de él… Así de sencillo. —Entonces… ¿Debo de cubrir todas sus necesidades?
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