ALEXANDERSu cuerpo inerte aún se encuentra en mis brazos, me niego a moverme, a creer que la he perdido, mis sentidos están alterados, nublados, no quiero mover ni un solo musculo, pero debo asegurarme de que no es nada. Mi mano tiembla cuando la acerco hacia su cuello para tocar ese punto donde su carótida debe entregarme pulso, inhalo hondo antes de presionar mis dedos y una risa nerviosa sale de mis labios cuando lo encuentro, débil, pero existente.–Estas bien – hablo aun conmocionado y tembloroso apartando el cabello de su rostro –. Estas bien.La abrazo con fuerza por unos momentos regocijándome con su aroma, siento las ultimas lagrimas caer por mis mejillas antes de limpiarlas con el dorso de mi mano. El solo hecho de verla desvanecerse en mis brazos me destruyó, la impotencia
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