—No podemos seguir así, chicos, tenéis que poner de vuestra parte –nos exige el oficial.—¿Y si no queremos? –espeto, y me cruzo de brazos sobre la mesa de metal.A mi lado los otros seis chicos largan una carcajada, haciendo que el oficial golpee con fuerza la mesa de la sala de los castigados.—Mirad, niñatos –calma su respiración y suelta un bufido parecido a un toro –, estáis en un jodido reformatorio, y si no queréis ir directos a la cárcel cuando salgáis dentro de un año, os tenéis que reformar ¡¿Queda claro?!—Por desgracia, sí –mascullo.—Azael, no me jodas y cállate.Elevo las man
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