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Prólogo
—No podemos seguir así, chicos, tenéis que poner de vuestra parte –nos exige el oficial.—¿Y si no queremos? –espeto, y me cruzo de brazos sobre la mesa de metal.A mi lado los otros seis chicos largan una carcajada, haciendo que el oficial golpee con fuerza la mesa de la sala de los castigados.—Mirad, niñatos –calma su respiración y suelta un bufido parecido a un toro –, estáis en un jodido reformatorio, y si no queréis ir directos a la cárcel cuando salgáis dentro de un año, os tenéis que reformar ¡¿Queda claro?!—Por desgracia, sí –mascullo.—Azael, no me jodas y cállate.Elevo las man
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1
—¡Levantaos! –Exclaman, pero esta vez, ya no golpean la puerta, saben que estamos despiertos desde hace una hora para salir de aquí e ir al instituto para empezar el proyecto – ¡Vamos salir ya!— ¡Ya vamos joder! –Grito, y me ajusto la mochila negra al hombro con todos los libros y cuadernos dentro – ¿Listo?—Bastante –sonríe, sabiendo que hoy follará seguro.Asiento y abro la puerta de golpe, asustando así al policía que nos llevará al instituto en el coche patrulla. Sonrío cínicamente y se limita a andar hacia la salida escoltándonos como si no supiéramos dónde está. Todos siguen dormidos, para su suerte aquí las clases empiezan a las nueve y no tienen que moverse mucho, pero nosotros
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2
—No tener sentimientos.Sonríe ampliamente y lo apunta junto el resto de respuestas.— ¿Por qué no hablas casi?—Prefiero gastar saliva en otra cosa –sonrío pícaro hasta notar sus mejillas rojas –. No soy mucho de hablar con gente –explico, y levanta la cabeza sorprendida –, llevo años encerrado en el reformatorio sin salir, y no estoy acostumbrado a hablar con Diosas.—Debes dejar de hacer eso –pide, y coloca sus manos en sus mejillas –. Debo parecer estúpida con las mejillas parecidas a un tomate.Suelto una carcajada y me mira unos segundos entes de volver a las preguntas.Leer más
3
— ¿Y cómo de enamorada estás ya de mí? –me atrevo a preguntar mirándola a los ojos.Sus hoyuelos se hacen presentes cuando sus labios se curvan hacia arriba.—Solo han sido unos besos.—Pero te han encantado, y los podremos repetir siempre que nos dé la gana.—Ya lo veremos...—Me voy a dormir –golpeo la mochila con el pie hasta que llega a mi asiento del otro lado, y quito mis manos del cuerpo de Isis –. A mí también me han encantado, nena.Murmura algo y se levanta de encima de mí sentándose en su silla con las mejillas encendidas y una sonrisa.Leer más
4
Pega un bote encima de mí cuando la sirena final del ciclo escolar del día ha acabado y a regañadientes se separa de mí. Tiene los labios rojos e hinchados y me imagino los míos iguales. Sonríe tímida y se levanta de encima de mí bajo la mirada de algunos. Recoge su mochila y aprovecho yo también para levantarme del suelo y sacudirme la hierba de los pantalones.—No estoy acostumbrada a besarme con extraños ¿Sabes? –dice una vez la tengo cara a cara.—Pero yo soy tu amigo, no un extraño –la corrijo –. Nos vemos mañana Isis.—Adiós –besa mi mejilla con timidez y se pierde entre los alumnos caminando en dirección contraria a la mía.Leer más
5
Me tiro en plancha sobre la cama de la habitación del reformatorio tras un agotador día. Hace unas horas que hemos salido del instituto, y nada más darnos la orden de que iban a apagar las luces, hemos corrido a nuestra habitación para dormir y despertarnos mañana como mínimo a las dos de la tarde.- - -Nos encontramos en la habitación, un sábado por la noche, pensando en que otros como nosotros están en la discoteca, follando, o con sus familias, pero nosotros no, nosotros estamos sentados en el suelo jugando a un juego de cartas mientras bebemos a escondidas la botella de vodka que le he robado esta mañana a uno de los directores del centro.Guardamos la botella debajo de mi cama cuando escuchamos las llaves que indican que nos están abr
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6
Me meto el último trozo de tostada en la boca y me despido de Carlota, que se va a la universidad tras haberse tomado una semana más de descanso. Ella se va en su coche, y yo solo empiezo a andar hacia el instituto con la mochila colgada al hombro y el nuevo teléfono que me han regalado entre las dos. Solo las tengo agregadas a ellas, pero sé que se me llenará la agenda de números de chicas buscando un buen polvo.Tengo que estar a las diez en el reformatorio para ir al psicólogo, y no es que me guste hacerlo, pero llevo dos noches despertando a Carlota y a María por las pesadillas. Vienen cuando quieren y se van cuando les da la puta gana.Reduzco la velocidad al llegar a la puerta del instituto y pongo los ojos en blanco ante la atención que recibo. Hoy no tenía que venir a clase, la cosa e
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7
—Vago de mierda ¡Despierta!Me tapo la cara con una almohada, y dejo que Carlota y María empiecen a cantar para felicitarme mis dieciocho.—Oh joder... –gruño –dejadme en paz, es muy pronto.— ¡Felicidades! –exclaman por sexta vez en minutos que llevo despierto.—Levántate capullo –espeta Carlota –. Hay una chica abajo esperándote para ir a no sé dónde.—Esa boca hija –la reprende su madre –. Iré a atender a la chica.Abro los ojos de golpe y miro la hora en el móvil. Mierda, las diez y diez. Salgo de la cama de un salto y busco ropa por el ar
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8
Me quedo mirando sus tetas, y como suben y bajan al compás de su respiración tan o más agitada que la mía. La verdad es que tiene unas tetas de la hostia, y apuesto a que son tan grandes como mis manos. Sacudo la cabeza y dejo un casto beso sobre sus gruesos labios antes de volver mi vista a la puerta todavía cerrada.—Vamos a entrar por otro sitio.Me mira confundida.— ¿Qué?—Que vamos a...No acabo la frase, pues la puerta se abre y aparece un hombre de unos cuarenta y pico años abotonándose los botones superiores de la camisa. Se pasa una mano por el pelo castaño y me mira unos segundos. Se me hace jodidamente familiar, pero no logro r
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9
Me siento correctamente en el sofá y la ayudo a sentarse a mi lado. Tiene los labios hinchados y muy rojos, y es que tras nuestra sesión intensa de besos no me extraña que estemos así.Faltan solo dos horas para estar donde su madre, es decir, una hora solo para irnos. Isis cada vez está más nerviosa, y ha ido a la cocina varias veces en busca de la poca comida que hay en la nevera o los armarios. Estiro el brazo por encima de la mesa de centro y cojo el mando a distancia para encender la televisión y dejar la primera película que hay.—Ve a cambiarte –murmura –. Mi madre es una de esas personas que tienen que ir bien vestidas sea cual sea el sitio, asique ve a cambiarte.Elevo las dos cejas sorprendido por su nerviosismo. ‹‹Es s
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