Como estúpida me quedo viendo la fuente del jardín a través del cristal, en realidad miles de pensamientos galopan a todo correr en mi cabeza. Gian Creel... Detrás de mí siento la presencia de todos esos nobles, bailando, charlando, y por supuesto, fingiendo agradarse. Doy un pequeño sorbo al vino, debería dejar mi gusto por las bebidas luego de lo sucedido con Gian, pero no puedo, menos ahora que debo procesar todo su maldito discurso. Agradezco al cielo que se haya tenido que ausentar un rato, de otra forma, tendríamos que hablar sobre lo sucedido ayer. No quiero ni recordar qué pasó entre nosotros, sólo imaginarlo basta para que me sonroje, y no sólo de rabia. —Disculpe, Alteza, ¿puedo acompañarla? —la voz es baja, casi susurrante. Su petición me sobresalta y parpadeo varias veces antes de girarme. Es un chico, sus rasgos no son demasiado sobresalientes ni interesantes, sin embargo, tiene algo sincero en ellos, algo diferente a los demás. —Por supues
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