—Lo lamento, Mónica. —Tomé su mano y la presioné en señal de disculpas—. No obstante, es diferente y ambas somos diferentes. Tal vez tú hubieras perdonado y hubieras seguido tu vida felizmente al lado de Liam, pero yo no lo hubiera podido hacer y, ¿sabes por qué? —Negó con la cabeza, intrigada—. Porque la diferencia entre tu matrimonio y el mío es que a ti nunca Liam dejó de decirte lo mucho que te amaba, aunque cometió muchos errores que no tienen justificación, tú en el fondo de tu corazón, siempre estuviste segura de sus sentimientos. En cambio, yo jamás escuché decir a mi esposo que me ama, que se muere por mí. Sí me ha dicho que me quiere y me necesita, pero nunca que me ama. Y verlo besando a otra, en su oficina, donde cualquiera pudo haberlo visto, solo terminó por convencer a mi corazón de lo que ya sab&iacu
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