Sam dio un estridente grito al sentir los fríos dedos del hombre presionarle el cuello. Alcanzó a llegar hasta la entrada del túnel, agradecida de no ver a su abuela, que todavía vivía, pero vislumbrando unos haces de la intensa luz del final. Estrangulada hasta la muerte, así acabaría y sin saber cuál había sido la razón para despertar la ira de la bestia. Eso era lo que más le dolía.Su grito de horror se ahogó en la boca de Vlad, que se le abalanzó, cambiando el agarre del cuello por las muñecas. Le llevó el brazo derecho, que era el lesionado, tras la espalda, aplastándolo contra el asiento, al izquierdo lo afirmó sobre éste. Le separó las piernas, ubicándose entre ellas.—¡Por favor, no!… ¡Amo Vlad, por favor, no! —suplicó, entre los pocos instantes que su boca era capaz de formular palabras.Los besos de Vlad eran los de un animal hambriento, que buscaba tomar todo lo que podía de su presa antes de que algún otro se
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