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Todos los capítulos de Prisionera de Vlad Sarkov: Capítulo 91 - Capítulo 100
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XCI Amor mío
Luego del desayuno, Sam citó a Ingen en el jardín. Tenía un plato con trozos de frutas y agua. También algunas piedras pequeñas.—Es un comedero para mariposas. Ya que no hay flores, les dejaremos esto para que se alimenten.Ingen abrió de par en par los ojos, maravillado por la increíble idea de Sam. El plato estaba sujetado por unos ganchos que le permitieron colgarlo de las ramas de un árbol.—Deberás asegurarte de que siempre tenga fruta fresca y de que no le lleguen hormigas. Y así, en algún momento, una bella mariposa que pase volando encontrará este pequeño rincón del jardín tan acogedor y se quedará. Con ella vendrán otras y todo se llenará de color.Ingen tenía una sonrisa de oreja a oreja. La vida en la mansión nunca había sido tan mágica y todo gracias a su adorada Sam.—Kel te ayudará a cambiar la fruta y el agua, sólo debes decírselo.—¿No me ayudarás tú?
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XCII Aquella noche I
El hermoso mar de aguas turquesas resplandecía frente a los ojos de Vlad, ocultos tras unas gafas oscuras. La suave brisa salobre lo refrescaba del implacable sol. La playa no era de sus lugares favoritos, mucha luz, mucho calor, mucha gente. Caminaba por las arenas blancas buscando una tienda de recuerdos.Un sendero de madera lo guio hacia unos bungalós, con sus techos de fibra vegetal, tan comunes en las playas de Bora Bora. Entró a uno. El dependiente estaba de espaldas, ordenando unas figuritas en un estante. Eran pequeños tótems, con tallados de animales antropomórficos. Una jovencita se asomó tras el mostrador.—Good morning. How can I help you? (Buenos, días ¿En qué puedo ayudarle?) —preguntó la muchacha, con acento afrancesado.Vlad había aprendido inglés y francés también, pero sabía perfectamente que el dependiente hablaba español.

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XCIII Aquella noche II
A las cinco y media de la mañana sonó el despertador. La blanca mano de Elisa lo apagó. Salió de la cama y se metió al baño. Se duchó por diez minutos y fue a prepararse el desayuno. Cereal dietético con leche de almendras y una manzana cocida. Se cepilló los dientes y fue a vestirse. Tenía en el clóset preparados todos sus atuendos para la semana. Se puso el traje de dos piezas, las medias, cepilló su cabello, lo ató en un coleta y se maquilló. Maquillaje para día, sutil, todo en tonos nude. Elisa lucía radiante, pulcra y perfecta de pies a cabeza. Ninguna arruga había en sus ropas, ningún cabello fuera de su coleta, nada de ojeras ni de preocupación, nada en su expresión. Abrió el compartimiento de los zapatos. Estaban ordenados por tipo y color. Los de trabajo primero, más atrás los informales, los deportivos, los de descanso. En un rincón en la última fila estaban los viejos y descocidos zapatos de su madre.Una vez lista fue por su bolso, guardó en él
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XCIV Nuevos aliados
Vlad puso por primera vez un pie en INVERGROUP y no logró ir más allá del vestíbulo, Ken no había llegado todavía. Eran poco más de las siete de la mañana después de todo. Se quedó esperándolo, sentado en los sillones que había junto a un ventanal. La gente iba y venía, empleados presurosos y sonrientes. El vestíbulo tenía varios accesos por los que ingresaba luz natural, era un lugar luminoso. Del otro lado del ventanal había una pileta con peces en su interior. Unos naranjos con pintas negras, carpas supuso. De vez en cuando alguno se asomaba en la frontera donde el agua se juntaba con el aire y boqueaba. Espiaban a su alrededor, al mundo en el que estaba inmerso su pequeño mundo acuático. Luego volvían a nadar en círculos, pasando una y otra vez por el mismo sitio y así durante su vida entera. A Vlad todo le dio vueltas y se aferró la cabeza.No le gustaban los peces como mascotas. Eran prisioneros. Al menos las aves, si se presentaba la oportunidad, po
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XCV Cosas de familia
Volando en la inmensidad del cielo a velocidad de crucero, Sam estaba tan lejos del suelo que su mente había perdido cualquier límite racional. Nada frenaba ya sus pensamientos, por locos o retorcidos que fueran. Se sentía como una enajenada, de pies a cabeza. Tal vez todo lo vivido en los últimos meses por fin la había hecho perder la cordura, era imposible que estuviera bebiéndose una copa con su cantante favorito, y que ese ídolo del rock fuera un hombre que había muerto hacía diez años, una reverenda locura.—¿Eres Maximov Sarkov?Si hasta preguntarlo la desquiciaba. En vez de aprovechar el coqueteo del hombre y gozar de todo el placer que estaba dispuesto a entregarle, ella echaba a correr su mente detectivesca para sacar las más espeluznantes conclusiones. Maximov tenía el cabello castaño y ojos grises, muy diferentes de los celestes de Caín y de su pelo rubio. Pero había algo en él, lo mismo que creía recordar al ver las fotografías
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XCVI Ira y sorpresa
Sam posó la mano en la cabeza de Ingen, mirando a ambos lados del pasillo.—¿Te trajo Vlad?Ahí acababa su record de treinta y un días sin pronunciar su nombre. Y sin desear volver a verlo.—Me trajo Leo —dijo él, sin soltarla.—¿Quién es Leo?—Mi Markus.Sam cerró la puerta. Caminó hacia el sofá de la sala con Ingen todavía abrazándola. Encendió la luz y lo hizo sentarse. Estaba él muy pálido y ojeroso.—Ingen ¿qué pasó?El relato del niño dejó a Sam helada, después su sangre ardió y apretó los puños con furia. Cuando Caín se asomó luego de unos quince minutos, ella tenía los ojos llorosos y mirada de asesina.—Quédate con él —le pidió cuando pasó por su lado para irse por el pasillo, echando humos.Había sonado como una amenaza. A lo lejos se oyó un feroz portazo, seguido de gritos furiosos y un sin fin
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XCVII Pacto I
—¿Qué hacía esa mujer aquí? —preguntó Elisa, abotonándose la blusa.—No sé ni me interesa. Hablaré con los guardias para que ya no la dejen entrar —dijo Vlad, rodeándola de la cintura.Iba a besarla, ella lo esquivó.—Debimos ir a tu habitación.—Pero aquí es más divertido —aseguró él, con una perversa sonrisa mientras pasaba la mano sobre su escritorio—. Las camas son aburridas, son para dormir.—Me gustaría que me dejaras dormir en tu cama alguna vez.—¿Para qué? Ni a mí me gusta esa cama, yo prefiero la tuya, iré a verte esta noche. —Intentó besarla nuevamente.Ella volvió a rechazarlo y se apartó de él.—No te abriré la puerta —dijo, poniéndose sus lentes y colgándose el bolso al hombro.—Entraré por la ventana ¿Crees que no puedo? ¿Qué son diez pisos para Vlad Sarkov? Escalaré hasta tu habitación y te castigaré por ma
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XCVIII Pacto II
Las suposiciones no dejaban de enredarse en la cabeza de Sam, que ya le dolía de tanto pensar. Había llamado a Vincent por ayuda. Entrar a la clínica psiquiátrica para ver a una paciente con prohibición de visitas no sería nada sencillo, sería imposible para una persona común y corriente, pero no para ella y su determinación de hierro, no para ella y su curiosidad insaciable.Para Anya Sarkov, alias “la dama”, como la conocían sus compañeras de sección, fue una verdadera sorpresa cuando se enteró de que la estilista que iría ese día a arreglarles el cabello no era otra que Samantha, con la peluca que siempre usaba, la peluca de Maya, su alter ego audaz.—No me creo que esté loca —le dijo en cuanto la vio.Sin maquillaje, sin sus productos para el cabello ni sus cremas o su ropa de diseñador, Anya parecía una mujer común y corriente. Seguía viéndose hermosa y, por extraño que fuera, parecía sumamente relajada.

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XCIX El lado oscuro
—¿En serio no me vas a abrir la puerta?Vlad esperó por una respuesta. Nada se oía del interior del departamento de Violeta. Incluso ella se había ido de la empresa sin despedirse, así de enojada estaba.—Pasé por comida árabe. Si escalo hasta tu ventana voy a caerme ¿No te importa que me lastime?Silencio absoluto.—Bien. Haz que me entierren junto a Maximov. Ya sabes qué flores llevar a mi tumba. —Alcanzó a alejarse tres pasos de la puerta cuando la oyó abrirse.Sin siquiera mirarlo, ella se fue por un pasillo. Vlad la siguió hasta la cocina. Bebía un batido de los mismos que le preparaba cuando eran jóvenes, los mismos que a Sam le quedaban tan espantosos. Vlad cogió unos platos y sirvió lo que había comprado. A ella le gustaba la comida árabe. En una ocasión, sus padres cenaron con un jeque en casa. Él atrapó a Violeta comiendo de las sobras en la cocina. Ahora las cosas habían cambiad
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C Detective
Secándose las lágrimas que aún le humedecían el rostro, Sam, sentada en los escalones que había en la entrada de la mansión, vio a los policías cargar la camilla en que iba la bolsa con el cadáver. Recordar la espantosa visión en el fondo del pozo la hacía estremecerse. Sus ropas mojadas seguían oliendo a las húmedas entrañas de la tierra, al caldo de cultivo en que se había descompuesto por tanto tiempo el cuerpo. Las náuseas la mantenían consciente, el miedo le mantenía el corazón latiendo, la curiosidad la mantenía en su lugar.Vlad terminó de hablar con los policías. Los hombres abordaron las patrullas y empezaron a dejar la mansión. Las sirenas le retumbaron a Sam en la cabeza, que estaba hecha papilla. Se acurrucó más en la manta que la envolvía.—¿Quién era? —le preguntó a Vlad cuando se acercaba hacia ella.—No es asunto tuyo. Lárgate de una vez y no vuelvas.—Claro que es asunto mío, yo me lo enco
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