MORGANA Hace una semana que no me habla, no me mira ni me toca. Los almuerzos, cenas y noches en nuestros aposentos son en total e absoluto silencio. Me mata su indiferencia, pero no daré el brazo a torcer... hasta que me presenté a esa mujer llamada gadea, su supuesta hermana de crianza. Ahora estamos en mi clase de etiqueta y la aprovechada de Minerva, un poco más se le echa encima al rey, para mostrarle una regla escrita en un pergamino que me esta enseñando a mí y preparando para la fiesta anual que tendrá lugar en el castillo, con la intención de juntarse las manadas sobrevientes, para debatir, promulgar o abolir nuevas leyes y estatutos. –Aqui–señala con un dedo el papel en su mano la atractiva mujer mientras se inclina más hacia el rey dejando sus grandes atributos a la vista por el escote. Aren ni se inmuta, solo asiente a todo lo que ella dice, pero tampoco la ubica, entonces ya no resisto, me levanto de mí asiento y apoyo las palmas de mí mano con fuerza sobre la mesa. –¡
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