Cuando Gwyneviere fue al pueblo, recibió un cuervo de Eamon, que contaba el estado de salud de Meredith. Había empeorado y Eamon creía que le quedaba poco tiempo de vida. Sus articulaciones se estaban endureciendo y en poco tiempo ya no podría moverse más. Hasta ese momento, Gwyneviere no había pensado en ellos como los abuelos de su futuro hijo, porque, de hecho, ni siquiera les había contado que estaba esperando un hijo de Vandrell, pero sintió la necesidad de preservar la vida de Meredith para que su hijo creciera con abuelos en el caso de que le sucediera algo a ella, y tuvo una idea. Creyó que Nimrodel sabría algo de la maldición de Meredith, pero tendría que enfrentar a Eamon. No se tomó el trabajo de contestar la carta de Eamon, sino que viajó hasta la Ciudadela y entró en la tienda del alquimista, lo que ocasionó que él abriera grandes sus ojos y dejara caer su mandíbula. - ¡Gwyn! -exclamó Eamon, asombrado cuando la vio. Rodeó el mostrador, y corrió a
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