Ambos hermanos se dirigen ahora a casa, luego de haber dado una larga declaración en la estación de la policía principal de Los Ángeles, donde Mel ha dicho tremenda mentira, porque teme por su vida y la de su familia. Ya está amaneciendo, el sol deja ver sus primeros rayos anaranjados adornar el cielo. Van tranquilos, en silencio se dirigen hacia un hotel para dormir un rato y asearse como es debido, antes de llegar a casa.—¿Segura que estás bien? No sé, estás muy callada —Salvatore peina el desprolijo cabello de su hermana, el cual ni se ha dignado a peinar por lo menos con sus dedos—. Algo te pasa…Melanie niega, silenciosa.—Estoy cansada, llevo días sin dormir. —Frota los dedos, sintiendo nervios sin razón.
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