Levanto la mano y acaricio su mejilla con delicadeza. Me quito los lentes de aumento y los dejo a un lado del escritorio, bajo su atenta mirada curiosa. Me acerco a él y me siento a horcajadas sobre sus piernas, pero sin rozar su intimidad. Coloco mis manos sobre su pecho, me acerco a sus labios y dejo que él rodeé mis caderas con sus brazos. —¿Qué estás haciendo? —Niega y suspira pesadamente, viajando por mi cuerpo con sus dos avellanas. —Esto debería ser ya conocido por ti, esto hicimos hace cinco años, ¿lo recuerdas? La diferencia es que tú me pediste que me subiera sobre ti y… Desliza su mano por mi cuello y me lleva hacia sus cálidos y húmedos labios, ambas bocas se encuentran, se atraen como dos imanes. Cierro los ojos, sintiendo la calidez y paz infinita invadirme, sus suaves manos rozando la piel desnuda
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